La agitación política hizo discreta entrada en la temporada de abono a través de un documento que -firmado por el comité de empresa del Consorcio Orquesta de Córdoba y entregado por miembros de la orquesta al público a la entrada del concierto-, reclama a la Junta de Andalucía una financiación equiparable a la de otras orquestas andaluzas. El merecido reconocimiento que hace el público cordobés a su orquesta y los esfuerzos de esta, no solo por sobrevivir en tiempos de crisis, sino por incrementar su actividad y su calidad -y cómo- han de tener reflejo en su estabilidad económica: solo hay que tener un sentido básico de la justicia y venir a escucharla para que resulte evidente.

El programa que sonó en las noches del jueves y el viernes, formado por cinco obras relacionadas con el teatro, desde oberturas hasta ejercicios de estilo, contenía a partes iguales diversidad y discreción. Las músicas programadas, ninguna de primer orden y muy dispares entre sí, hilaban un discurso soto voce ante el que el director invitado, el argentino Jorge Rotter, hizo gala de ortodoxia y solvencia.

Comenzó la velada con la obertura de Der Schauspieldirektor -metateatro-, que Rotter, con gestualidad concisa y precisa, dirigió con transparencia y equilibrio. A continuación escuchamos La Tempestad, de Sibelius, cuyo carácter lírico no alcanza las cotas de otras obras del finlandés, a la que siguieron las Matinées musicales de Britten, con una orquesta empastada y brillante.

Tras la obertura de La Consagración de la casa, de Beethoven, se redujo la orquesta para interpretar Music for the theatre, de Copland, una interesante obra entre el jazz y lo grotesco cuyo lírico Interludio nos entregó el mejor momento de la noche.