Ana Martínez, que comercializa sus piezas de joyería bajo la marca Ana Martina, indica que el sector ha vivido la crisis «con angustia, tanto por mantener la producción como por sostener los puestos de trabajo», algo que no en todos los casos se ha logrado. En su caso, señala que ha hecho frente a la mala coyuntura económica «creando nuevos horizontes y mercados, además de apostar por la creación de nuevos diseños, más atractivos».

Junto a la exportación, el desarrollo de nuevas líneas de producción, más novedosas y con valor añadido, ha sido la tabla de salvación de muchas firmas joyeras, entre ellas la de Ana Martínez. Esta empresaria pronto comprendió que haciendo las mismas piezas que desarrollaba todo el mundo no podría sobrevivir en el sector, cada vez más atomizado y competitivo. De este modo, «entendí que me tenía que encaminar hacia mi propia creatividad, que era lo que me hacía diferenciarme de los demás», indica Martínez, cuyos trabajos están hechos en plata y tienen inspiración de la joyería antigua. En la calle Tomás Conde, 9, en la Judería, tiene su tienda, en la que, además de vender sus piezas y desarrollar parte del proceso productivo, reproduce un taller de principios del siglo pasado. También dispone de un taller propio en Las Quemadas y acaba de abrir en la calle Romero My tiny little shop, «un rincón pequeño pero muy especial».

Ana Martínez considera que el horizonte al que se asoma la joyería cordobesa «es más esperanzador», aunque todo va lentamente. Considera que se necesita más apoyo institucional y estima necesaria la Escuela de Joyería, «porque precisamos que de ella salga personal cualificado para cubrir puestos que se han ido perdiendo durante la crisis».