Paqui Ramírez lleva literalmente toda la vida vendiendo turrón, prácticamente echó los dientes recorriendo las ferias de España con la familia, ya que sus padres y sus abuelos ya se dedicaban a este negocio cuando ella vino al mundo. «¿Cuántos años? Desde que nací», contesta sin dudar. No ha faltado ni un año a la Feria de Córdoba, en El Arenal y antes, en La Victoria, aunque en todo este tiempo las cosas han cambiado bastante. Y no solo de ubicación.

La pregunta es obvia. ¿Se vende mucho turrón en la Feria de Córdoba, en pleno mes de mayo y con este calor?. «Sí, el turrón se sigue vendiendo, Córdoba es una feria turronera comparada con otras como Málaga o Jerez, pero ya no tanto como antes porque compran para comerlo en el momento y no para llevar a casa», explica Paqui, que viaja junto a su marido aunque los fines de semana recibe refuerzos de sus hijos y de las parejas de sus hijos. Hacen así todos honor a su nombre, ya que como explican los dueños del puesto, Turrones Juaropama fue bautizado así para recoger los nombres de los cinco vástagos. «Nuestros mejores clientes son las personas mayores y los turistas, porque los jóvenes el dinero que tienen prefieren gastárselo en comer, beber y los cacharritos, así que paran poco por aquí», asegura, «se está perdiendo la tradición a esas edades». En el mostrador, tienen turrón duro, blando, de yema, con y sin azúcar, turrón en bloques, el más popular, fruta escarchada y otros manjares dulces que han ido desplazando poco a poco al turrón. «Ahora lo que más se vende es el piñonate y la garrapiñada», comenta Paqui, junto al coco, que en ferias como la de Córdoba, en las que hace tanta calor, sirve para refrescar el paladar de los que acuden a El Arenal. Endulzan la vida de los cordobeses aunque no siempre se les paga con la misma moneda. «El año pasado, nos abrieron la caravana y nos robaron», asegura Paqui, que confía tener más suerte este año y llevársela vacía, pero después de venderlo todo. Su grito de guerra es conocido: «Vamos, al turrón!».