Francisco López Villatoro es un historiador que se mueve en el complicado y polémico mundo de la República y la Guerra Civil. Títulos como La Falange Republicana en Andalucía, Guerra Civil, Movimiento y División Azul, 1934-1945 o Los inicios del franquismo en Córdoba (FET de las JONS) muestran la arriesgada incursión en una época convulsa.

-¿Es la mejor época para publicar sobre las víctimas de la guerra?

-Ciertamente, las víctimas de la guerra civil y la represión son temas que suscitan polémica todavía, quizá porque durante mucho tiempo hemos adolecido del síndrome entre vencedores y vencidos. Todavía pervive la huella de la guerra civil en la psicología colectiva y cualquier intento de rememorar o reflexionar sobre nuestro pasado más reciente despierta resquemores y suspicacias en determinados sectores. Pienso que la desinformación es grande todavía y sería necesario profundizar en el conocimiento de este periodo trágico de nuestra historia, facilitar la divulgación y que las nuevas generaciones tengan una información científica, honesta y alejada de prejuicios.

-¿Tan necesario es el conocimiento de las víctimas de la Guerra Civil?

-Entiendo que es un deber para con las víctimas, los descendientes y la sociedad en general, conocer cuál fue el coste humano, no solo en las acciones propias de la guerra, sino también la eliminación física de personas en los primeros momentos de la contienda y tras la instauración de los denominados tribunales populares y los consejos de guerra.

-Usted no distingue y mezcla, de manera ordenada, tanto a las víctimas de lo que denomina “revolución” como a las de la represión franquista.

-La represión no fue cosa solo de un bando. Por lo tanto, tan víctimas fueron los asesinados en el verano del 36 como los ejecutados por sentencia de los consejos de guerra. Ahora bien, lo que sucede es que se dieron diferencias en cuanto a la implicación de las autoridades de una y otra zona y, también, en cuanto al número de víctimas, estas últimas mucho mayor en la denominada zona nacional, sobre todo porque la dictadura franquista dispuso de más tiempo para aplicar la represión una vez ganada la guerra.

-¿Tanta crueldad hubo en Castro?

-Durante el verano del 36, en unos momentos de ausencia de autoridad, como consecuencia del golpe militar y fragmentación del país, grupos de incontrolados reaccionaron frente a los ataques de las fuerzas nacionales y, también, contra todos aquellos que representaban un obstáculo para la revolución; y persiguieron a un sector del vecindario -políticos de la derecha y propietarios agrícolas-, instaurando un régimen de terror que supuso el asesinato de la forma más cruenta de aproximadamente un centenar de vecinos. Como contrapartida, concluida la guerra, los vencedores efectuaron en torno a quinientos sumarísimos, en aplicación del Código de Justicia Militar, para dar apariencia de legalidad a la represión, cuando los militares no estaban legitimados para aplicarlo al estar fuera de la ley. Procesos en los que no existieron garantías y se vulneraron los derechos de los procesados. Con un balance de más de doscientas ejecuciones y elevadas penas que recayeron mayoritariamente en los campesinos anarcosindicalistas.

-Ante la cercanía de los hechos ¿es posible dejarse influenciar por los sentimientos o las ideas?

- Resulta complicado sustraerse de las ideas y vivencias personales y familiares, sobre todo las generaciones de historiadores que por la edad conocieron más de cerca este periodo. Pero, hoy, a punto de cumplirse el octogésimo aniversario del final de la contienda y transcurridos cuarenta años de la instauración de la democracia, las nuevas generaciones de historiadores deberían de sentir menos esa influencia. No obstante, considero clave la honestidad y fidelidad a las fuentes a la hora de aproximarse a cualquier investigación histórica.

-¿Qué queda por saber de la Guerra Civil?

- Más que por saber, que evidentemente hay episodios poco tratados por la historiografía, habría que redactar una historia de la Guerra Civil por una especie de comisión de personas cualificadas y de reconocido prestigio en el ámbito académico, alejadas de cualquier tipo de sectarismo.