Hoy se presenta Luz furtiva, libro del que es autor Francisco de Paula Sánchez Zamorano, magistrado presidente de la Audiencia Provincial y escritor con un largo bagaje a sus espaldas en narrativa, tanto de relatos como novela, y alguna obra más de poesía.

-La faceta de poeta se podría pensar que está muy lejos de la actividad profesional a la que se dedica…

-No necesariamente. Mi discurso de ingreso en la Real Academia era una aproximación a la Justicia a través de la literatura. El mundo literario y el de la Justicia están imbricados, no están tan alejados uno de otro. De hecho, Ortega y Gasset hablaba de esos complementos de la vida que tiene que tener el jurista para desempeñar bien su trabajo. Es decir que si por una sala de Justicia pasan problemas humanos, qué menos que el juez esté bebiendo de lo que al común de los mortales le ocurre en la vida para tener mayores elementos de juicio.

-La literatura está plagada de historias surgidas de los juzgados, pero la poesía parece que hace lo contrario, evadirse de todo ese tipo cuestiones.

-Todos los géneros literarios beben de unos mismos presupuestos, la experiencia vital del autor. Aunque quizás la poesía es un poco más peculiar porque son sensaciones y vivencias mucho más íntimas. Por eso decía Benedetti que «la poesía es el género de la sinceridad última e irreversible».

-De una novela se suele decir que va de algo. ¿De qué va ‘Luz Furtiva’?

-El libro tiene tres puntos de apoyo. Uno es el amor. El amor sustentado sobre la mitología y como telón de fondo, Córdoba, con su misterio, su belleza y su soledad. Luego, también, aunque yo soy un hombre de tierra adentro, el mar como elemento de ensamblaje en muchos temas. Así que, resumiendo, el amor, Córdoba y la mitología están en este libro.

--También me ha llamado la atención el título ‘Luz furtiva’. Porque una cosa furtiva es algo que huye de la Ley, de la Justicia…

--Efectivamente. Pero es que, además, Luz Furtiva no deja de ser una contradicción. Porque la luz nunca puede ser furtiva. Es luminosa, valga la redundancia, pero clandestina y furtiva no. Yo creo que es una licencia que me he tomado, para remarcar las luces y las sombras de las pasiones. El amor tiene esos dos conceptos, pero especialmente el de la luz.

-- ¿Es más difícil escribir poesía que narrativa?

--Según. Quizás me desenvuelva mejor en el mundo de la narrativa, pero mi primera publicación fue un libro de poesía. Era una poesía mucho más sencilla, eran romances y romancillos inspirados en las vivencias de mi infancia, en una vida de pueblo, un poco bucólicas, porque esos poemas de Tiempo detenido...

--Otra contradicción…

-Efectivamente, porque el tiempo nunca se detiene… Si es que en la poesía las contradicciones son fundamentales.

-Supongo que para construir una poesía pesa más el sentimiento que se quiere transmitir que la métrica.

--Estos poemas son versos blancos. No hay rima ni consonante ni asonante. Son endecasílabos y heptasílabos, acentuados en la séptima y en la décima, para que tenga musicalidad y sonoridad. Y no están sometidos a ninguna norma. Yo entiendo el poema como un fogonazo de claridad en medio de la oscuridad. Quizás a lo mejor basten para hilvanar un poema dos o tres segundos emocionales en la mente del autor, dos o tres segundos de ternura, como cantaba Aute en aquella maravillosa canción.

-Por terminar con otra cita, ¿cree usted como Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro?

-Pues sí. Yo creo que la poesía nunca va a morir. Siempre estará para lanzar los mensajes más íntimos y para que otros los escuchen conmovidos.