Si me gustó su elección --siempre es bueno saber que la segunda en el mando en España es nacida en el mapa serrano de Córdoba, me refiero a nuestra vicepresidenta, Carmen Calvo--, más me ha gustado, es un decir, su acento. O sea, la letra, aplausos, y la música, vuelta al ruedo. Aunque tengamos en el nuevo Consejo de Ministros, perdón de Ministras y Ministros a un antitaurino reconocido como es, si bien buen novelista, el ministro de Cultura.

Pero me gusta mucho saber que Carmen Calvo, en este juego de damas, va a tener mucho sitio. Mucho que hacer también, las cosas como son, así que no saben cuánto me siento de feliz al saber, al sentir, y además porque es hermana de ese enorme novelista que convierte la historia en la actualidad que se llama Calvo Poyato, y que ya tiene su última novela en los escaparates, la que cuenta lo de aquel espía del rey…

En fin, que es una muy buena noticia para empezar en este juego de damas, que no hay que olvidar lo que acabo de contar en la radio, y es que España tiene nombre de mujer. Que es mucho más que una copla. Es una verdad como lo es Medina Azahara, que hay que seguir peleando por que sea lo que debe ser aparte de una realidad muy grande.

Como lo es lo de Joaquín Cortés de jurado, un genio sin género de dudas, aquel que hace años fue capaz de responder a una pregunta cuando le ofrecían el sitio de ser el rostro de un perfume universal, y fue y respondió aquello de:

--¿El aroma mejor? El del patio de mi abuela cuando está haciendo puchero en Córdoba y me acerco a visitarla.

Olé en el mundo. Cómo darle la enhorabuena, además de por verlo, aunque no sea bailando, en la tele, que mucho nos gustaría poder confirmar que va a ser padre ya mismo. Enhorabuena maestro.

Y a otra cosa, que hay mucha tela que cortar. Decirles que no saben cuánto me ha gustado saber que sigue con La Roja, que ya saben que es la de jugar al fútbol, nuestro Pepe Reina, al que el otro día saludó el Rey, don Felipe, tan cariñosamente, antes de partir a Rusia, porque además de un gran suplente, el número dos bajo los palos es un compañero excelente, y en las horas bajas da cuerda a los héroes que se ven, y que además, sépanlo ustedes, es uno de los pocos que le hacen reír al manchego, que ya saben a quién me refiero, que igual tira de él para llevárselo a Japón, porque allí lo mismo igual se siente demasiado lejos y solo, y desde Chiquito, que allí hizo reír a los japoneses hace ya tantos años, pues la alegría es otra bien distinta; claro que igual vende allí japón serrano, y perdonen por el juego de palabras, aunque como el nuestro ninguno, que acabo de recibir uno, no puedo dar el nombre del generoso donante en esa tierra de donantes que es Córdoba, porque no sé si puedo hacerlo, pero que es de Los Pedroches, desde luego, según canta su envoltura, que parecía un envío de Montalvo, el violinista, de la buena música que guardaba. Cosa fina, sí señor, cuando aún no termina de romper este verano, al que llaman vergoño, porque más parece un otoño que otra cosa.

Claro que siempre es una buena noticia confirmar que llegará ya mismo Ricki Martin, dispuesto, como acaba de decir en privado y también públicamente, porque se mueve en la escena que no vean, a darle baile al cuerpo, que buena falta que hace. Aunque ya tenemos de ministro también a Pedro Duque, que nos hará dejarnos de mirar hacia abajo, a ver dónde está nuestro ombligo, que ya sabemos dónde está, por cierto.

Porque es bueno mirar a las estrellas, y sobre todo si son las de Córdoba, que son las que más lucen en el mundo entero.

O sea, la música y la letra, dos cosas que deben ir juntas siempre. Y que me encanta haberles podido ofrecer en este domingo de hoy, en el que se confirma que es cierto que además de por decreto, y por elección, el mejor presentador de la tele sea ni más ni menos que nuestro Matías Prats segunda serie, que la tercera ya está en juego también, apellido al que le tengo un gran cariño porque además, y solo para mí, un día en nuestra plaza de toros, en la califal, sí, para toda España, en la tele me dio una maitina con el capote y con gracia, y que un día me hizo una confesión, que ahora que estoy en tiempo de revelar secretos, ese día me confesó:

--Si vieras el trabajo que me cuesta comerme yo solo un plato de aceitunas.

Pero lo cierto es que las rellenaba, ni con anchoas ni con pimientos rojos, con la música de su palabra, que era más música cuando estaba en Córdoba.