La economía  circular se define como aquella que intercambia el ciclo típico de fabricación, uso y disposición a favor de la mayor reutilización y reciclaje posible. Cuanto más tiempo se usan los materiales y los recursos, más valor se extrae de ellos. La ‘disposición’ que se comenta en la tercera fase del ciclo típico se podría sustituir por desechar los productos. 

La economía circular se puede aplicar a los vehículos, y en mi familia tenemos algunos con más de treinta años de antigüedad, que funcionan y tienen su documentación en regla (incluido el seguro), y pasan la ITV sin problemas. Por ejemplo, dos Vespas 200 de mis hermanos, de los años ochenta, y de la misma época un Seat Panda 40 que fue de mi madre, y que uso como utilitario en ciudad, o una Ducati Road 350 de 1974, que también suelo utilizar. Lógicamente, a veces necesitan piezas de repuesto y pasar por el taller, lo que genera beneficios para empresas; y con ellos se cumplen mejor los límites de velocidad, en parte porque no pueden superarlos. Además estos vehículos no circulan muchos kilómetros al año, y forman parte de la historia de la automoción española, que hay que conservar. 

Y todo esto viene a cuento porque últimamente surgen algunas normas que parecen destinadas a limitar su uso en algunos lugares. No nos parece justo para los aficionados a los vehículos clásicos y antiguos.