Ironías de la historia, no solo apoyé la candidatura de Pérez Obrador, sino que lo hice hasta en la plaza de Colón, ese “colonialista” por el que éste nos exige hoy pedir perdón. Como antropólogo y sociólogo, he escrito sobre el terreno varios libros contra el racismo y el colonialismo en las Américas, incluido México. Pero la cultura azteca fue de las más feroces que conocemos, según ha confirmado también una recién descubierta pirámide de calaveras; por lo tanto, de las que más merecían ser eliminadas. Así lo ansiaban sus vecinos, que fueron quienes en realidad -coaligados con los españoles- la destruyeron.

Nieto de un español exiliado de Cantabria, sin un rasgo indígena, más paisano mío que se llama Pérez ignora o quiere ignorar el clásico “la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles” (criollos). El cacareado indigenismo mejicano -que hoy exhibe destempladamente Obrador-, no es sino una muestra más del peor nacionalismo, “tapadera del cubo basura”, como se dice en Suramérica. En México, como me comentaba allí un antropólogo amigo, “le hemos robado a los indios hasta su historia” y se busca un enemigo exterior para distraer al oprimido pueblo nativo. Tampoco hay peor fanático que el convertido ni más feroz nacionalista que el de orígenes extranjeros, como desgraciadamente manifiesta serlo hoy López Obrador.