ANÁLISIS

Ucrania, Gaza, populismos: el mundo se acerca a un orden internacional basado en la fuerza

La Unión Europea avanza hacia el rearme tras asumir que el poder blando y el comercio como vía de paz no son suficientes

Ucrania, Gaza, populismos: el mundo se acerca a un orden internacional basado en la fuerza.

Ucrania, Gaza, populismos: el mundo se acerca a un orden internacional basado en la fuerza. / EUROPA PRESS

Mario Saavedra

El mundo da muestras de estar virando hacia un nuevo paradigma geopolítico. Se aleja del orden basado en reglas surgido tras la II Guerra Mundial y se camina hacia otro en el que parece imperar la ley del más fuerte. El cambio es sustancial, y provoca temor en las altas instituciones de gobernanza global. 

Rusia ha invadido Ucrania para quedarse con parte de su territorio. Israel martiriza Gaza en una ofensiva nunca vista mientras desoye las resoluciones de la Asamblea General o carga contra los organismos y personal de la ONU. En Estados Unidos, cada vez es menos descartable el ascenso al poder del populista Donald Trump, el presidente acusado de liderar la insurgencia mortal que asaltó el Capitolio, sede de la democracia estadounidense. Y esta vez, si llega a la Casa Blanca, lo hará con sed de venganza y con un grupo de sus fieles más radicales del movimiento MAGA (Make America Great Again). 

“Vivimos una tendencia progresiva de desregulación del uso de la fuerza. Se han ido erosionando los instrumentos que regían nuestro mundo tras la II Guerra Mundial; tanto en Gaza como en Ucrania se ha desafiado la legislación internacional y la legitimidad de la ONU”, opina Carme Colomina, investigadora sénior del centro de pensamiento CIDOB. Pierden centralidad las reglas que hasta ahora habían ordenado la paz y la guerra. 

El momento de inflexión fue la invasión de Irak en 2003, según el profesor y diplomático libanés Ghassam Salamé, que acuñó el concepto de desregulación del uso de la fuerza. Aumentaron la violencia y la conflictividad, pero también la impunidad, apunta Colomina: “No es solo es que estemos más belicosos, sino que que este contexto de competición bélica y conceptual ocurre en un momento de erosión de los instrumentos y de las normas internacionales”.

Con guerras abiertas en Ucrania, Palestina, Sudán o Yemen, el mundo concentra la mayor cantidad de conflictos activos desde el final de la Segunda Gran Guerra.

Pérdida de centralidad de la ONU

Y no son únicamente Rusia en Ucrania o Israel en Gaza. Hay otros casos recientes de esta pérdida de centralidad de las instituciones internacionales. El pasado mes de septiembre, más de 100.000 armenios habían huído de Nagorno Karabaj tras la incursión del Ejército de Azerbaiyán. Los representantes de Naciones Unidas no pudieron entrar en el territorio hasta que se había consumado la salida de los armenios, y la reacción de la comunidad internacional fue tímida.

En el Sahel, la zona del oeste africano al sur del desierto del Sáhara, las fuerzas internacionales de Cascos Azules o de la coalición contra el terrorismo liderada por Francia han sido expulsadas. Salieron de Malí o Níger tras sendos golpes de Estado. 

En Sudán, un país atormentado por la guerra civil y los golpes de Estado, también se consumó, el pasado mes de enero, la salida de Naciones Unidas, a petición del Gobierno sudanés, lo que deja sin instrumentos de control y de observación a la turbulenta zona africana que ha vivido un genocidio en Darfur. 

Cambio de tono en la UE

El mundo cambia rápido, siempre lo ha hecho, pero todos los analistas coinciden en que no se encamina precisamente hacia un paradigma de refuerzo de las reglas compartidas y la multipolaridad. 

El propio Borrell se lo advirtió a un grupo de periodistas, entre ellos este diario, durante el último Debate del Estado de la Unión, el pasado mes de septiembre. “El mundo se adentra en las políticas confrontacionales contrarias a la visión europea, basada en comercio pacífico y negociación. Hay que revisar el concepto de seguridad e invertir de forma coordinada y colectiva en la defensa europea”, decía el Alto Representante de Política Exterior y de Seguridad. “Ha pasado una era geológica casi desde que llegué en 2019: emergencia del ‘sur global’, Trump en Estados Unidos, pandemia, guerra y lucha comercial a base de subsidios en China”. Aún no había estallado la guerra de Gaza, que ha dejado más de 30.000 palestinos y 1.200 israelíes muertos y amenaza con una crisis humanitaria en la Franja y de reputación de Occidente en el resto del mundo.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha advertido de que el escenario de una guerra amplia en europea no es descartable y que hay que rearmarse. 

“El contexto para la UE es de un estado de la gobernanza global que empeora, una creciente competición estratégica y económica, disrupción tecnológica y cambio climático”, apunta Álvaro Imbernón, director de la Oficina de Estrategia y Prospectiva del Ministerio de Exteriores, en un análisis sobre la adaptación de la Unión a los nuevos retos geopolíticos. “Europa debe prepararse para lo peor mientras busca lo mejor”.

El cambio del tono se expresa claramente en los documentos de estrategia de la Unión Europea. Así comenzaba el informe sobre la Estrategia Europea de Seguridad realizado bajo el mandato del entonces responsable de Exteriores de la Unión Europea, Javier Solana: “La UE sigue siendo un baluarte de estabilidad. La ampliación ha supuesto una extensión de la democracia y la prosperidad a todo nuestro continente. La situación de los Balcanes mejora. Nuestra política de vecindad ha establecido un marco sólido para las relaciones con los socios al sur y al este, actualmente con una nueva dimensión aportada por la Unión por el Mediterráneo y la Asociación Oriental. Desde 2003, la intervención de la UE ha dejado cada vez más huella en la resolución de situaciones de crisis y conflictos en lugares como Afganistán o Georgia”. Luego exponía los principales riesgos a los que se enfrentaban los entonces 27, desde el terrorismo a la inestabilidad de Oriente Próximo. 

El tono era claramente menos pesimista que el actual. Así comienza el documento más reciente que define los retos de seguridad de la UE, la Brújula Estratégica de 2022, ya con Josep Borrell de Alto Representante: “El retorno de la guerra a Europa [Ucrania] y las profundas mutaciones geopolíticas a las que asistimos están comprometiendo nuestra capacidad de promover nuestra visión y defender nuestros intereses. Vivimos en una era de competencia estratégica y de complejas amenazas para la seguridad. Observamos que, en nuestra vecindad y fuera de ella, están aumentando los conflictos, los despliegues y agresiones militares y las fuentes de inestabilidad, con su estela de graves sufrimientos en el plano humanitario y desplazamientos de poblaciones. Se están intensificando la frecuencia y las repercusiones de las amenazas híbridas. Cada vez más, la interdependencia se vuelve conflictiva y el poder simbólico se utiliza de manera coactiva: las vacunas, los datos y los estándares tecnológicos son, todos ellos, instrumentos de competencia política”.

Mientras se multiplican los conflictos, se erosionan las normas internacionales vigentes. Aumenta el factor inesperado en un mundo cada vez más convulso y desordenado y con alianzas cambiantes. Una era de incertidumbre geopolítica y erosión del marco establecido en las relaciones internacionales en las últimas ocho décadas.