Mientras la ultraderecha marca la agenda política y el Gobierno de Merkel se tambalea por la tensión migratoria, hay un partido que no para de crecer en Alemania. Sin hacer mucho ruido, Los Verdes ven cómo el viento sopla a su favor. Ayer, los ecologistas dieron un paso al frente al obtener un 18,3% de los votos en las elecciones de la próspera e influyente Baviera, el mejor resultado de su historia.

Desde su aparición en el mapa político en 1982, la formación pacifista de izquierdas había tenido un papel minoritario, siempre bajo la sombra de la todopoderosa Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). Sin embargo, el hastío de los alemanes con los partidos mayoritarios ha dado alas a los alternativos. Así, los de Katharina Schulze y Ludwig Hartmann han crecido 10 puntos respecto al 2013, convirtiéndose en los grandes vencedores al situarse como segunda fuerza del Estado.

Vinculando la defensa de las tradiciones bávaras con el medio ambiente y defendiendo a la vez una visión multicultural y europeísta, los verdes han sabido articular un discurso centrista que les ha permitido captar la atención de votantes muy diferentes. Así, han aprovechado la debacle del SPD -mermado tras volver a pactar con Merkel- para situarse como referente del centroizquierda.

Los Verdes han capturado 200.000 votantes de la CSU, indignados con el acercamiento del partido a la ultraderecha. ¿Cómo se entiende? «Los ecologistas ya no son revolucionarios, en el sur son moderados, más burgueses y ambiguos en la cuestión migratoria», explica el consultor en Comunicación Franco Delle Donne.

Los Verdes se dividen entre Fundis (fundamentalistas) y Realos (pragmáticos), dos maneras de interpretar su ideología común, pero hace tiempo que los pactistas son mayoría en el partido. Esa posición centrista les ha llevado a gobernar en 10 de los 16 estados alemanes y, desde el 2011, a liderar el Ejecutivo de la próspera Baden-Württemberg.