Centenares de ojos atentos y de manos armadas velaban ayer, en todos los rincones de Beirut, por la seguridad del Benedicto XVI, en la segunda jornada de su viaje a El Líbano. Bajo esta estricta vigilancia, el Papa insistió en que ha llegado "el momento en que musulmanes y cristianos se unan" y que pongan fin a "esas guerras llenas de vanidad y de horror" que perturban a la región. "Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano", dijo Joseph Ratzinger. "Hay que "desterrar la violencia verbal y física", agregó.

Los líderes musulmanes del país entre ellos el gran mufti de Líbano, el jeque suní Mohamed Rashid Qabbani, ofrecieron --al menos oficialmente-- colaboración plena al Papa para que se frene la fuga de cristianos en Oriente Próximo, asunto que El Vaticano considera prioritario. Por su parte, el presidente libanés, Michel Suleimán, subrayó que en El Líbano todos se han puesto de acuerdo para evitar las repercusiones de lo que sucede en la región y preservar la estabilidad. "La democracia no puede ser alcanzada en los países de la región, si los cristianos no participan en la vida política", advirtió Suleimán, quien manifestó su deseo de que haya "reformas y derechos para los países árabes lejos del odio y la violencia".