La crisis de liderazgo ha estallado en el PSOE de forma abierta. Los barones más importantes del partido pidieron ayer en el comité federal al secretario general, Pedro Sánchez, que cambie de parecer y no retrase el congreso para elegir una nueva dirección. Si no cede, varias federaciones forzarán, en principio, que convoque el cónclave. Nadie habla a las claras de sustituir a Sánchez; va implícito en el mensaje. Aun así, no hay presentada una candidatura alternativa. Todos miran a Susana Díaz, presidenta de Andalucía. Pero el candidato a la Moncloa no tira la toalla: señala que pese a los malos resultados en las generales (los peores de este periodo democrático: 90 diputados y el 22% de los votos) debe tener una oportunidad, porque ha construido "buenos cimientos".

Y en paralelo van las negociaciones para formar gobierno. Como ganador de las elecciones, la iniciativa es del PP, pero si Mariano Rajoy fracasa en su intento de ser reelegido, Sánchez, que votará en contra de los conservadores, dice que se va a "dejar la piel" para construir un Ejecutivo "progresista". La desconfianza entre las dos partes es tan grande que ha habido que pactar una resolución con las líneas rojas de los pactos. La principal, que Sánchez, que necesita el voto a favor Podemos, sus satélites y las fuerzas independentistas (salvo que consiga la improbable abstención de Ciudadanos), nunca se sentará a negociar con ninguna fuerza que no renuncie a una consulta en Cataluña.

UN PASO ATRAS IMPROBABLE Muy pocos ven al secretario general como jefe del Ejecutivo. Primero, porque los socialistas creen que el partido de Pablo Iglesias no quiere pactar con el PSOE, sino que apuesta por otras elecciones. Y después, porque ven poco margen para que haya una renuncia masiva (no solo por parte de Podemos, sino también de ERC y CDC) a un referéndum separatista.

Sánchez, en la cuerda floja, insiste en su capacidad para desalojar al PP. "Vamos a buscar puentes. Cada minuto que tardemos será un minuto más de sufrimiento e incertidumbre. Nos vamos a dejar la piel", dijo en su primer discurso, en abierto.

Apenas 45 minutos más tarde, uno de los dirigentes de más confianza de Susana Díaz valoró así sus palabras: "Es una lectura absurda e infantil para salvar su culo. ¿Alguien cree que vayamos a renegociar ante la UE la reducción del déficit de la mano de Podemos? ¿O que seamos capaces de pactar una respuesta al desafío catalán si hay acuerdo entre la CUP y Junts pel Sí?".

La batalla interna ya está aquí y solo falta saber quién ganará: los críticos, que piden un congreso cuanto antes, o Sánchez y sus apoyos, que apuestan por que se retrase hasta la primavera. Su argumento es que no conviene abrir el partido mientras se está negociando la investidura de un presidente, pero quienes desconfían del secretario general sostienen que es solo un truco para volver a presentarse si, como consideran "probable", se repiten elecciones.

PESO DE LOS CRITICOS Sobre el papel, la balanza orgánica está del lado de los críticos. Suyas son casi todas las federaciones más importantes: Andalucía, Valencia, Aragón y Castilla-La Mancha, así como Asturias, Canarias, Cantabria y Navarra. No son solo los líderes más cercanos a Díaz, quien se distanció de Sánchez hace tiempo, sino también otros que le habían apoyado hasta ahora. Resulta muy significativo que fuera Javier Fernández, presidente asturiano y referente moral del partido, el primero en pedir, ya con el encuentro a puerta cerrada, un congreso a principios de año. El mandatario extremeño Guillermo Fernández Vara tiene "dudas" sobre la fecha, pero está más cerca de este bando.

Sánchez y su núcleo duro cuentan con el respaldo, entre otros, del catalán Miquel Iceta, la madrileña Sara Hernández, el castellano-leonés Luis Tudanca y la balear Francina Armengol, la única presidenta autonómica que está de su lado. Porque Sánchez, un dirigente duro, se prepara para resistir.

A los líderes territoriales que recelan de su hipotético acuerdo con Podemos les recordó que ellos pactaron con Iglesias en sus comunidades. Y a quienes reclaman su salida, que bajo su dirección se han "recuperado" muchos municipios y autonomías (esos son los "buenos cimientos"), y que, en cualquier caso, "los ciclos políticos nunca son de tan solo cuatro años". Se merece otra oportunidad, insiste, como Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy.