José Luis Rodríguez Zapatero distinguió ayer entre objetivos estrictos y consecuencias probables y deseadas para concluir que el fin de la misión internacional no es el derrocamiento de Gadafi, pero que su caída, a causa de una intervención aérea que pretende proteger a los civiles libios, sería lo deseado y esperable. "Lo ideal sería el cambio de régimen político. Vamos a ver hasta dónde tiene capacidad de resistir con una acción como la que estamos llevando a cabo", dijo el presidente del Gobierno durante el debate en el Congreso para autorizar la participación española en los ataques a Libia.

Zapatero, que a diferencia de Mariano Rajoy no usó la palabra guerra para referirse a la intervención, obtuvo el apoyo casi unánime de la Cámara baja (336 votos a favor, tres en contra y una abstención, por error, de un diputado del PP). Fue un visto bueno no exento de críticas: los grupos alegaron que la intervención había llegado con retraso, que estaba sometida a demasiados interrogantes sobre quién la iba a dirigir en el futuro inmediato y que, en un reproche que le llegó desde los partidos de izquierda, el propio jefe del Ejecutivo había contribuido a perpetuar en el poder al dictador al proveerle de armas durante los últimos tiempos.

LA OTAN Y EEUU "De toda Europa, España es el país que menos ha vendido a Libia. No sé si llega a siete millones de euros", señaló el presidente, que tampoco aceptó la tardanza de los aliados en reaccionar. Si bien hubiese querido una respuesta "más automática", el tiempo transcurrido entre la masacre de civiles y el inicio de los ataques aéreos, un mes, ha sido, en su opinión, "razonable y proporcionado". Nada dijo Zapatero sobre la discusión internacional del momento: si debe la OTAN tomar el relevo de EEUU en el mando de la operación (el país norteamericano, Francia y el Reino Unido acordaron ayer que tenga "un papel clave") o si esta tiene que seguir bajo la batuta estadounidense. Solo dijo esto: "España ve con buenos ojos que el mando pueda pasar a la OTAN, pero también trabaja cómodamente en el mando que lidera EEUU".

Si todas las iniciativas que el Gobierno lleva al Congreso hubiesen contado con el mismo nivel de apoyo, esta legislatura habría sido, en términos parlamentarios, un paseo triunfal para Zapatero. Solo los dos diputados del BNG y el de IU, Gaspar Llamazares, rechazaron la autorización durante un debate en el que la guerra de Irak sobrevoló el hemiciclo. De forma explícita, porque Llamazares portaba en su solapa el ya clásico cartel de No a la guerra ; pero también de manera implícita: la intervención del presidente del PP estuvo plagada de veladas alusiones a la posición del PSOE durante el último conflicto en el golfo Pérsico. Salida de tropas incluida.

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