Dos hechos mostraron el pasado martes que quizá se sobreactúa al combatir el terrorismo. Y que los errores --admisibles, porque erradicar la violencia no es tarea de un ejército de ángeles-- deben discutirse.

El primero es la condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a España por la sentencia contra Arnaldo Otegi (rubricada por el Supremo y el Constitucional) que lo sancionaba con un año de prisión e inhabilitación para ser candidato por calificar en el 2003 al Rey de "jefe de los torturadores". Otegi dijo una majadería ofensiva porque en Euskadi los torturadores son los que llevan muchos años asesinando, pero el Tribunal de Estrasburgo dice que se limitó su libertad de expresión y condena a España a una indemnización. Es un éxito de Otegi y de su inteligente abogada, Jone Goirizelaia, que se hubiera evitado con un poco de sangre fría.

El segundo es cierta brecha entre el PSE y el PSOE. José Luis Rodríguez Zapatero dijo hace poco que, mientras exista ETA, Sortu (el nuevo partido de la izquierda aberzale) tendrá problemas. El lendakari ya recalcó el domingo que "Sortu no es ETA". Zapatero tampoco lo dice, pero lo proclama a diario el PP y el Gobierno calla (luego otorga). Y Patxi López también inquirió respecto a Otegi: "¿Cuánto puede durar la prisión preventiva? Lo dejo ahí".

Pero la mayor divergencia la expresó ayer Jesús Eguiguren, presidente del PSE y clave en la tregua del 2006. Dijo que falta valentía para enfrentarse al PP. Para Eguiguren --tiene razón--, la ley de partidos permite ilegalizar pero también legalizar si se cumplen sus condiciones. Y añade que el consenso antiterrorista es ahora falso: si se hace lo que dice el PP, bien; si se hace lo que no le gusta, acoso y derribo contra el Gobierno. Es cierto y también es increíble --Eguiguren dixit-- que se convierta al ministro del Interior que más éxitos ha tenido contra ETA --Alfredo Pérez Rubalcaba-- en el hombre a destruir (caso Faisán ). Y que se descalifique a Zapatero por el proceso de paz, fundamental en el desprestigio de la banda en Euskadi.

Es así. Pero la clave del fracaso del 2006 fue la irracionalidad de ETA, no las zancadillas (evidentes) de la derecha política, judicial y mediática. Y la conclusión --por falta de valentía, o por admitir el fracaso anterior, pero también de sentido común-- es que cualquier conato de negociación sin una hoja de ruta común a los dos partidos que pueden gobernar España será vidrioso y complicado. Aunque eso dé al PP poder de veto. La novedad es que la voladura de la tregua (y el silencio entonces de Otegi) hace hoy imaginable la derrota militar de ETA. Por eso la posición tácita de Zapatero y Rubalcaba --"asfixia y ya negociaremos cuando levanten bandera blanca"-- también puede ser un realista (y frío) cálculo político.