Las últimas nieves, tan vivas y recientes, nos hacen soñar con que otro tiempo posible es mejor, lejos del pasado nostálgico y calamitoso del poeta Manrique. Que nuestras vidas son los ríos, como dijo, y el Córdoba fluye como su Guadalquivir con un caudal generoso en puntos e ilusión. Que el frío nos deja helados no solo con los goles del cordobés de Almodóvar del Río, Pepe Díaz, que volvió, vió y marcó a pares hasta situarse en lo más alto de la tabla de goleadores: sin pactos de por medio, a pulso; sin lugar a dudas, el mejor regalo de herencia de Rafael Campanero. Su paisano, listo y cuco. Vuelven como cada año las gestas del prieguense Carlos David Machado: sexto título nacional, tercero seguido. Esta vez en una gélida Antequera. Un palista que apunta sin remedio a los Juegos Olímpicos. Y es que Córdoba es posible en el deporte. Solo necesita creérselo un poco más. Porque ni la mar del poeta donde acaban los ríos es el morir, y ni mucho menos, cualquier tiempo pasado fue mejor.