El Arcángel es desde ayer el feudo maldito del Córdoba CF. Por absurdo que parezca, el conjunto que viste la camiseta blanquiverde prolonga sus males y los multiplica a medida que la temporada avanza.

Cierto es que el recibimiento a Pepe Escalante no pudo ser mejor, con pancartas que rezaban "Bienvenido a casa D. José" y algunos cánticos previos al encuentro que coreaban el nombre del nuevo entrenador. Pero el problema no se soluciona con un nuevo organigrama, ni siquiera con una plantilla nueva. El mal está en casa y eso lo saben quienes dirigen la nave desde arriba.

El propio césped es una metáfora de la situación del club. Si hacía unas semanas su aspecto era vomitivo, ahora que nos dicen que lo han resembrado, parece más bien que le han dado una capa de pintura verde. Y es que se intuyen claramente los agujeros que tiene en su superficie. Pero esto es sólo la cáscara. Lo de dentro está peor.

No se puede negar que las circunstancias no acompañan, que el árbitro, lamentable por cierto, ofrecía una imagen demencial cuando corría hacia atrás, a modo de cigüeña pedestre. Sin embargo, el público, la afición, el único patrimonio que perdurará por los siglos de los siglos, está agotada, cansada, exasperada y/o asesinada. Es demasiado habitual ver vaciarse el estadio a falta de pocos minutos para el pitido final. Pero hasta que las cosas no se empiecen a hacer con una conciencia madura, el mal seguirá aquí.