Encarna a la perfección eso de «Amo la vida y amo el amor... Algo bohemio y soñador...» Empezó en la música muy joven y conoció el éxito como guitarrista de Intrépidos Navegantes, banda de indie rock que llegó a tocar en grandes festivales y a telonear a The Killers, Muse o Artic Monkeys. Ya en España, con su carrera en solitario iniciada, siguió los pasos del Madrid literario de Sabina. Allí encontró amparo en la familia de los Carmona, los Morente y los Flores.

Así incluyó el flamenco en un universo variopinto, ecléctico y algo decadente por el que han pasado desde María León, los diseños de Palomo Spain, Soleá Morente, Dani, María Jiménez, Paco Soto o Chlöe’s Clue. Tras el EP El lío de Maximiliano (2021) prepara un nuevo disco en solitario durante el tiempo libre que le queda tras producir para otros artistas y «festejar», como él dice. En la noche de mañana estará en Córdoba para tocar en el Palacio de Viana con motivo del ciclo Noches Eclécticas. Lo que ofrecerá al público prefiere dejarlo, todavía, en un misterio.

Vino a España llamado por el latir bohemio de Madrid, ¿Qué energías le sugiere Córdoba?

Es bastante loco. Me parece una ciudad con unos misterios brutales. Siempre la he encontrado muy dada a mí. Lo que más me llama la atención es que al pasear por una misma calle puedas vivir tantos periodos distintos de la historia. Es casi surrealista encontrarte con unos espacios en los que se siente tan bien ese latir de tantos años de la historia de la humanidad.

¿Vivirá aquí alguna de las historias de liante de las que habla en sus canciones?

Ya tengo algunas. Sobre todo, espero dar un concierto significativo para mí y para todos. Si es así, luego podremos festejarlo. Me han dicho que hay buenos garitos nocturnos en Córdoba.

¿Qué tiene pensado ofrecer a los asistentes?

Ya que hablábamos de misterio, me parece bueno que quienes vengan no sepan nada de lo que ocurrirá. Aunque, si me han seguido en redes, verán que hay bastantes pistas. No iré yo solo con mi guitarra, ya lo adelanto. Estamos armando algo súper especial. Parece que en esta época de redes se busca todo a cerca de una banda mucho antes de ir a verla en directo, por lo que se pierde bastante de ese ritual de encuentro. Yo no tengo intenciones de cambiar el mundo, pero sí que me interesa lograr que ese ritual se mantenga y sea algo especial. Un lugar como el Palacio de Viana merece una experiencia única.

Es muy dado a colaborar con artistas jóvenes e incorporar las nuevas tendencias a su música. ¿De dónde viene esa inquietud?

Últimamente el mundo quiere hacernos creer que hay bandos, divisiones en la música. No creo que deba ser así, siempre es bueno el intercambio de ideas y a mí me encanta la gente que piensa distinto. De hecho, me llama más la atención juntarme con personas de ideas no afines a las mías porque de lo contrario sería un aburrimiento, ¿no? La música, el arte en general, no debería tener barreras ni ideologías y debería escapar de ese fanatismo absurdo que estamos viviendo. Ser un lugar de encuentro de personas sin prejuicios. Esta es la mejor forma de crear nuevas historias, el compartir. Prefiero rodearme de traperos, aunque a priori no compartan mi estilo, y darme cuenta de que en el fondo todos buscamos expresarnos en un mundo cada vez más complejo. Si no nos apoyamos entre nosotros, entonces el arte se va a la mierda.

¿No hay un género musical al que tenga un cariño especial?

Por ser argentino, el tango lo siento cercano. Ese lugar así como nocturno, melancólico, como sanguíneo, como de borrachín de bar, que siempre está en mí. Ese es el núcleo base del que impregno todo lo que hago.

¿Echa de menos crear un disco en solitario?

Precisamente ahora estoy trabajando en uno nuevo. He tenido tiempo de compartir mucha música con otros artistas, pero el próximo disco tratará únicamente de mis canciones. Me lo debía. Es un disco que grabé en México junto a mi banda, al estilo de Led Zeppelin, metidos todos en el mismo estudio durante cinco días. Tiene esa energía de disco antiguo, que no tiene que ver con la música actual producida directamente por una persona desde su habitación. Es rock de los setenta, pero con un toque actual, que toca las problemáticas contemporáneas. Claro que he podido hacerlo gracias a la ayuda de sellos como Universal. He podido involucrar a más personas, con el encarecimiento que eso supone. En ese aspecto no puedo ser de los músicos que se quejan de la industria, porque a mí la industria me ha ayudado bastante a hacer realidad mis locuras.

¿Es artista en todas las facetas de su vida?

Intento que sí. Es importante que no haya una división entre la vida personal y la artística. No se trata de ser creador un rato, porque te gusta, y luego volver a ser una persona a secas. Al final, tienes que hacerte cargo todo el tiempo de quien eres. Si te conmueven las canciones, el cine, si te emocionan las cosas, como quedarte embobado con el cielo de Madrid o escuchar conversaciones en la calle durante horas, tienes que asumirlo. Cargar con eso. El artista debe hacerse cargo de ser un friki para el mundo. Hay quien se toma esta vida como un trabajo por horas. Yo no. Muchas veces me siento fuera de todo, pero lo importante es trabajar para que quien venga a los conciertos se sienta en el universo que cuento. Espero crear esa atmósfera mágica en Viana.

¿Cómo le gustaría que le percibiese el público?

Es muy difícil querer que todo el mundo te sienta de una manera, sería muy dictatorial. También sería frustrante, porque nadie va a coincidir nunca. Quiero que cada uno tenga una percepción libre de mí y de mi música porque para eso hago las canciones, para regalarlas y para que cada uno vea y sienta en ellas lo que le apetezca. Es el fin del arte, abrir las puertas de la percepción e inspirar.

¿Cómo se enfrenta a la creación de las canciones?

Soy bastante caótico. Me parece bonito haber encontrado la manera de ordenar esa habitación de sentimientos y palabras que hay dentro de mí. Creo que una canción es lograr explicar todo eso, pero con swing.

Es un artista que cambia de estilo constantemente

Es que me aburro mucho. La música se lleva muy bien con el concepto de libertinaje, de traspasar los límites todo lo que quieras. Sin hacerle daño a nadie, claro está. Me parece bonito disfrutar de esa locura, hacer lo posible por estar cada vez más cerca de la libertad. El arte no tiene nacionalidad ni fronteras que lo estanquen. Ojalá un día pueda decirte que he logrado alcanzar la libertad plena, en todos los sentidos. Eso es lo que me gustaría.