Hijo de bodegueros, enólogo, presidente del Aula del Vino de Córdoba, fundador de varias asociaciones relacionadas con esta bebida. Manuel López Alejandre ejemplifica al detalle ese supuesto de que la verdad está en la calle y en los bares o, en su caso, en las tabernas, lugares que le apasionan y donde es muy probable que haya fraguado las ideas que sustentan sus textos relacionados con la enología; sobre todo los libros Manual de Viticultura, enología y Cata --reeditado en varias ocasiones--, Manual de Cata y maridaje del aceite de oliva y Viticultura, enología y cata para aficionados. Hoy presenta su último libro, Las tabernas del casco histórico de Córdoba, una reedición de la Diputación Provincial y del Aula del Vino en la taberna Bodegas Campos, como no podía ser de otro modo. Pero la pretensión de este articulista no es hacer gala de los premios que cosecha en relación con la enología, la viticultura y la gastronomía, sino potenciar todo lo posible los espacios que, con su tradición y sus historias, potencian al máximo estas áreas. Es decir; las pegajosas e imprescindibles tabernas de toda la vida.

¿Qué novedades incluye esta nueva publicación?

Contiene un prólogo de Antonio Gala. Tiene una edición muy cuidada, muy buena fotografía. Contiene una actualización de las tabernas de Córdoba, parroquia a parroquia. Cuenta también con singularidades de barrios y calles, así como con anécdotas que han ocurrido en las tabernas.

¿Puede adelantar alguna de esas anécdotas?

Julio Romero de Torres frecuentaba El Pisto y solía pintar en los veladores, que antes eran de mármol, mientras esperaba a sus amigos. Imagínate si se hubieran conservado.

¿Sigue viva la cultura de las tabernas en Córdoba?

Hace muchos años me propuse trabajar por que no se perdiera el concepto de la taberna cordobesa antigua, pero intemporal, con decoración que puede llegar a tener cien años. Ese concepto no puede desaparecer porque es patrimonio de esta ciudad. Antes se hablaba peyorativamente de las tabernas, cuando en realidad ha sido siempre un sitio tranquilo en el que reunirse con los amigos para charlar, tomar una copa de vino, criticar al entrenador del equipo de fútbol. Un sitio desde el que construir. La taberna auténtica es la que mantiene su esencia, sin acero inoxidable; es la prolongación del hogar. El lugar al que se va a tomar una copa después del trabajo, a charlar un rato y quitarse la carga laboral del día. Hay que conservar estos templos de camaradería y de amistad.

¿Cuáles ve cómo un referente?

Varias de ellas. El Pisto es la más céntrica. La taberna Salinas; Bodegas Campos tiene una taberna muy bonita. Algo más alejada, Los Mochuelos. Hay tabernas con muchísimo encanto que han sabido conservarse. Se trata de impedir que entre la piqueta y quiten los anaqueles, el mostrador y demás elementos tradicionales.

¿Qué opina de la explosión del Gastrobar?

Yo sigo defendiendo lo que defiendo. El Aula del Vino creó hace veintidós años un galardón para nombrar a la Señora de las Tabernas de Córdoba. El premio nombra a una mujer, normalmente desconocida, que es la encargada de preparar esa tortilla buenísima, como la mujer del bar Santos, o las tapas estupendas de casquería y por supuesto el rabo de toro. Alimentos modestos, pero muy bien cocinados. Se trata de un homenaje a las encargadas de preparar esa gastronomía cordobesa tradicional, que queremos unir con el vino. Si con «gastrobar» te refieres a eso, me parece estupendo.

¿Tienen las tabernas cordobesas proyección hacia el exterior?

Muchísima. En el Aula del Vino hemos traído a periodistas de varios países, de revistas reconocidas, que han realizado reportajes publicados en Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Las Tabernas de Córdoba son un referente y hay quien viene de fuera a visitarlas expresamente. Con esta difusión al exterior hemos conseguido que se sigan abriendo tabernas, independientemente de estas cafeterías ultramodernas, con música muy ruidosa y conceptos en su interior que no pertenecen originariamente al casco histórico de Córdoba, donde se emplazan las tabernas patrimonio, que debemos cuidar y preservar.

¿Le acompaña alguien especial para usted en la presentación?

Conmigo estará Pepe Campos, de Bodegas Campos, quien tiene unas raíces profundísimas en la historia del vino y de las tabernas de Córdoba. Me conoce muy bien, somos amigos de hace muchos años. Además, han confirmado su asistencia el presidente de la Audiencia de Córdoba, el presidente de la Real Academia y la periodista Rosa Luque, entre otros. Creo que acudirá bastante gente y pasaremos un buen rato.

¿Cree que debería potenciarse la relación entre la literatura y las tabernas?

La literatura hunde sus raíces en las tabernas. No hay más que mirar hacia los simposios griegos o hacia los termopolios romanos. Por las tabernas cordobesas han pasado Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Ortega y Gasset. Poetas árabes ya hablaban de estos lugares. Hay muchísima literatura que ha nacido en ellas. Es muy habitual ver a escritores sentados en un velador, redactando. Vicente Núñez, por ejemplo, prácticamente trabajaba en la taberna El Tuta, de Aguilar de la Frontera. El grupo Cántico se reunía mucho en la taberna Guzmán para llevar a cabo sus tertulias. La taberna no es un lugar maldito, sino un sitio agradable de reunión con amigos, al que vas a charlar y, sobre todo, un sitio en el que se está bien, que es lo importante.

La Cata del Vino lleva dos años sin celebrarse debido a la pandemia. ¿Cree que afecta a la cultura del vino en Córdoba?

La Cata del Vino se creó hace más de treinta años para potenciar el consumo de vino de Montilla en Córdoba porque en la ciudad, en aquella época, en las tabernas se bebían más bien vinos de Jerez y de Sanlúcar. Actualmente no sabría ni cómo explicar en lo que se ha convertido. En mi época, la Cata estaba dividida en varias zonas y en una de ellas no había música estruendosa, por lo que podías hablar. La parte de música estaba reservada a las sevillanas, dentro de una caseta. Ese concepto se ha comprimido tanto, en tan poco espacio, y de tal forma que, no le veo el objeto.