No ha sido un año fácil para el director general de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba, también gerente de los teatros municipales. La pandemia ha hecho saltar por los aires espectáculos, otros se han celebrado a horas poco habituales y la devolución de entradas ha formado parte del día a día en estos espacios escénicos. Pero Juan Carlos Limia y su equipo han conseguido confeccionar un Festival de la Guitarra de Córdoba que ha pretendido, entre otras cosas, acercar al público más joven. 

Estamos a las puertas del 40 aniversario del Festival de la Guitarra. ¿Cómo ha visto su evolución?

Creo que ha habido una evolución positiva, si bien es cierto que es un tipo de producto, que, por su propia naturaleza y la climatología de la ciudad, tiene sus limitaciones. Y hay un factor muy importante que es la proliferación de festivales en estos últimos años, que se han multiplicado, y esto afecta al nuestro.

¿Es hora de replantearse la cita?

Este es un debate abierto continuamente, aunque este año se ha hecho de manera más explícita a raíz de una iniciativa municipal. Si lo que se quiere es mantener esta cita en su esencia, dedicada a la guitarra y con lo que tenemos ahora, posiblemente no haya que cambiar el modelo. Pero si se aspira a aumentar el número de público, sí habría que replanteárselo, porque estaríamos hablando de otras expectativas y otro tipo de espectáculos que en este momento están muy alejados del Festival de la Guitarra. En todo caso, el modelo bueno es el que funciona.

La pandemia impidió su celebración el pasado año, pero sigue habiendo muchos obstáculos. ¿Ha sido difícil su organización?

Sí, va a ser un festival muy singular por la situación que vivimos. En primer lugar, en el diseño, porque hemos tenido muchos «noes». De hecho, días después de presentarlo se cayó del cartel Andrés Calamaro, y no descartamos que podamos tener alguna otra baja. Ha sido francamente difícil traer a artistas internacionales. Y la inexistencia del programa formativo está más ligada aún que los conciertos a la situación pandémica, ya que hubieran tenido que convocarse en marzo y en ese momento había muchas dificultades. Decidimos que no merecía la pena. 

¿Bajo qué criterios se ha confeccionado la programación?

Ha tenido dos ejes fundamentales. Por un lado, el flamenco, al que hemos querido darle más importancia en esta edición. El segundo vector ha tenido que ver con el Teatro de la Axerquía y con todo lo que se llamarían músicas modernas: el rock, el pop y el indie. Ahí hemos querido acercar a un público más joven al festival. 

Como dice, este año hay mucha guitarra flamenca. ¿Volvemos a los orígenes en plena madurez?

Se ha hecho a propósito por ese guiño a los orígenes del festival, aunque al tener el mercado internacional cerrado, el nacional pedía mucho flamenco. Algunos pensarán que no tiene un público mayoritario, pero este festival es lo que es. Y el flamenco es la esencia y eso no se puede desvirtuar.

Vuelven actividades como el cine en el Fuenseca. ¿Cree que el festival debería tener más repercusión en la ciudad?

Sí. Tiene que salir de nuestro propio útero. Debe acercarse a otros lugares más allá de los teatros públicos de la ciudad. 

¿Qué concierto no se va a perder?

Esto es como lo de cortarse un dedo. No me perderé el concierto de Cañizares con la Orquesta y el Cuarteto de Guitarras de Andalucía y también me gustaría ver a Loquillo y Los Zigarros por el paréntesis generacional. Y Suzi Quatro. Es una de las primeras guitarrista rockeras y es de mi época. 

¿Qué le ha impactado de todo lo que ha visto en estos 40 años?

Por ejemplo, los conciertos de BB King, Mark Knopfler y Sting. Y también oír a Morente en la Mezquita o los conciertos de Paco de Lucía.