El director francés Jacques Audiard, responsable de títulos como De latir, mi corazón se ha parado (2005) o Un profeta (2009), se sumerge por primera vez en el género del western, a su manera. Basta con escuchar la banda sonora, que firma Alexandre Desplat para la ocasión. Es decir, huyendo del clasicismo y permaneciendo fiel a algunos de los asuntos que siempre le han preocupado durante la construcción de su heterogénea filmografía.

Con Los hermanos Hermanas, Audiard se apunta a esta moda en la que se pretende resucitar el género desde hace unos años -Sin perdón, de Clint Eastwood, allá por 1992, inauguró esta relectura del género abriendo así un nuevo subgénero-, firmando además una entretenida y notable película. Gracias al buen hacer de sus dos actores protagonistas (Joaquin Phoenix y John C. Reilly, estupendos en sus respectivos papeles, consiguiendo imponerse en el arco dramático de la trama y sostenerla en un diálogo permanente) se nos hace muy llevadero el viaje por las praderas (no se confundan, el rodaje se desarrolló muy lejos del paisaje norteamericano, aunque nos lo recuerde el desierto almeriense y las montañas del Alto Aragón) en busca de un químico que porta la fórmula para encontrar oro bajo el agua y del detective que lo acompaña.

Las aventuras y desventuras de estos hermanos asesinos discurren con sus luces y sombras en este interesante viaje (nada más comenzar, el realizador nos presenta su carta de presentación cuando filma en completa oscuridad un tiroteo del que solo vemos ráfagas a un lado y otro de la pantalla, en plena noche, y un diálogo de lo más escueto: «¿A cuántos hemos matado?»... «No sé, seis o siete») y a lo largo del metraje conoceremos a estos tipos unidos por la sangre (propia y ajena) en diferentes situaciones intentando cerrar un capítulo de sus vidas y abocados al discurrir del destino. Muy recomendable.