Un nuevo cuadro de Rafael Botí luce en el Museo de Bellas Artes

Un nuevo cuadro del pintor cordobés Rafael Botí, Los cipreses, luce desde ayer, y lo hará hasta el 25 de abril, en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, donde llegó hace dos años donado por su hijo, el coleccionista Rafael Botí Torres. Se trata de una obra de la primera etapa del pintor, del año 1922, que, inspirada en un paisaje real de la Sierra cordobesa, tiene a un conjunto de cipreses como protagonista. Durante la presentación, ayer, de este cuadro, el octavo del artista que posee el centro, la delegada de Fomento, Infraestructuras, Ordenación del Territorio, Cultura y Patrimonio Histórico, Cristina Casanueva, resaltó que «hoy es un día muy importante para el museo», gracias a «un mecenas que constantemente, a lo largo de estos últimos años, ha estado haciendo muchas donaciones», aunque consideró esta como «muy especial, tanto por el cuadro, por el interés que tiene, porque viene a engrosar la dotación del centro y, sobre todo, porque puede estar visible a todos los ciudadanos».

Por su parte, Botí Torres se mostró muy satisfecho por las palabras de Casanueva y recordó que «mi padre quería que este cuadro estuviera aquí», un edificio en el que «él estudió música, pintura... No puede estar en mejor lugar». «Este es uno de los cuadros de mi padre más mimados, él estaba enamorado de él», prosiguió el hijo de Botí, que también reconoció su «felicidad» ante la idea de que, finalmente, se exponga en este museo «que él tanto quiso», contó emocionado.

MOMENTOS DE LA TRAYECTORIA // Por su parte, José María Palencia, director del Museo de Bellas Artes, recordó que el grueso de la obra de Botí está en la Diputación Provincial como consecuencia de la creación de la Fundación de Artes Plásticas Rafael Botí, pero en el museo hay ocho cuadros que «son muy importantes y significativos para cada momento de la trayectoria del pintor». Según Palencia, Los cipreses, que es anterior a su primera gran exposición en el Círculo de la Amistad en 1923, «añade esa primera etapa de la que no teníamos ningún ejemplo todavía».

La obra se considera como una de las más importantes de los comienzos de la trayectoria del artista y también una de las mejores que Rafael Botí pintara a lo largo de su carrera. Aunque el autor era habitual de la figuración y el realismo, su interés por otras tendencias de la mano de maestros y amigos como Daniel Vázquez Díaz o José Caballero confirieron a su pintura avances vanguardistas respecto al género del paisaje.