Orquesta de Córdoba

Director: Lorenzo Ramos

Solistas: Virginia Blanco, Alba Chantar e Irina Lévian, Pablo García-López y Manuel J. Montesinos.

Programa: Obras de Bach y Händel

La temporada de la Orquesta de Córdoba hizo parada en la música barroca con la programación para el Concierto extraordinario de Navidad del Magnificat, BWV 243, en Re mayor de Bach y la Oda a Santa Cecilia, HWV 76 de Händel. Son escasas las visitas de nuestra orquesta al repertorio barroco, y es lástima, porque los conciertos que recuerdo de las últimas temporadas han resultado excelentes y este último no ha sido excepción.

Consigue Lorenzo Ramos un difícil equilibrio al afrontar estas partituras, sin aspirar a convertir a la formación cordobesa en una orquesta barroca ni pretender "romantizar" las partituras, desvirtuándolas al interpretarlas con una orquesta moderna. Las obras que pudimos escuchar mostraron un sonido claro, con una orquesta bien empastada en una versión barroca y nítida que dejó espacio a coro y solistas en sus intervenciones.

El coro Ziryab --que igual hace parada en Broadway que en el barroco de Leipzig o Londres-- dio lo mejor de sí y fue a más durante el concierto: ya en la poderosa Omnes generationes del Magnificat alzó un meritorio telón de voces, pero fue quizás en la monumental The trumpetIs loud clangour (Händel) donde tuvo sus mejores momentos, trabado con la orquesta y dejando espacio para que emergieran las excelentes intervenciones de tenor, trompeta y timbal.

Acompañaron los solistas en el buen hacer del resto; las sopranos Alba Chantar y Irina Lévian mantuvieron un buen nivel en general, siendo más discreta la actuación del barítono Manuel J. Montesinos. El tenor Pablo García López --bien conocido por el público de Córdoba, y bien apreciado-- destiló su potente "vis escénica" y su voz cargada de expresión, de firmeza y de matices (y de comprensión del texto) en una de las mejores actuaciones que le recuerdo. La sorpresa fue la soprano Virginia Gallardo, que atesora una hermosa voz que administra con limpieza, delicadeza y medida elegancia, una voz que resolvía con holgura cualquier pasaje al que se enfrentó y que alcanzó bellísimos momentos en la conversación que mantuvo en What passion cannot music raise, and quell con Deborah Yamak, que le respondió con extraordinaria dulzura al cello.