De que el leit motiv común a las novedades fílmicas de hoy es la evocación del pasado hay muchas pruebas. La primera de ellas es Asalto al tren Pelham 1 2 3 , porque, mientras la ve, uno ni puede evitar acordarse de Pelham 1 2 3 (1974), la estupenda cult-movie en la que se basa, ni preguntarse qué necesidad había de rehacerla. De nuevo, un día más en la vida de un funcionario se convierte en un caos cuando un vagón de metro es secuestrado.

Entre ambas películas, en cualquier caso, han pasado 35 años, y se nota. Si en el original los pasajeros se toman a broma a sus captores, en la nueva versión se muestran aterrados. Tras el 11-S, Nueva York no tiene sentido del humor ante estas cosas.

No es así como retrata la ciudad Nueva York para principiantes . Basada en las memorias del periodista Toby Young acerca de los cinco años que estuvo en la nómina de la revista Vanity Fair hasta que le dieron la patada, la película ha convertido su historia en una comedia romántica, y de paso retrata al escritor como un idiota.

Aunque no siempre es así, y lo deja claro el documental Los ojos de Ariana , que narra la lucha de nueve hombres por salvar el archivo de la Filmoteca Nacional de Afganistán cuando los talibanes llegaron al poder en 1996, para preservar su memoria fílmica de unos fanáticos que hasta prohibieron disfrutar del canto de los pájaros. Salvaron un montón de películas, pero, ¿es posible cerrar las heridas provocadas por los extremismos políticos?

No, opina Paisito , que narra cómo el amor de un Romeo y una Julieta muere no a causa del veneno, sino pisoteado por las botas de los militares que tomaron Uruguay en 1973 y que, a partir de ahí, evoca las vejaciones infligidas por las dictaduras latinoamericanas en los 70. También Arráncame la vida , otra novedad, mezcla el amor con la historia de Latinoamérica.