De vez en cuando saltan a los medios de comunicación mensajes de sectores ecologistas y animalistas que afirman que comer carne destruye el planeta. Incluso un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) decía que el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero (18% más de CO2) que el sector del transporte. La preocupación en el sector ganadero por que ese mensaje cale en la sociedad es grande. Con el objetivo de conocer qué hay de realidad y qué de mito en esas afirmaciones, la cooperativa ganadera del Valle de los Pedroches, Covap, contó en sus 27ª Jornadas Ténicas, celebradas el pasado jueves en Pozoblanco, con el profesor de Ciencia Animal y Especialista en Calidad del Aire de la Universidad de California Frank Mitloehner.

El científico ha hecho los cálculos sobre la contribución de la industria ganadera al cambio climático. Explicó que la FAO habría medido, en el caso de la ganadería, el impacto total (incluidos procesos asociados como la elaboración de fertilizantes o el cultivo de pienso), mientras que para el transporte solo habría medido las emisiones directas de los vehículos, olvidando su fabricación o la construcción de infraestructuras. La FAO rectificó pero el impacto quedó.

-¿Dejar de comer carne salvará el planeta?

-No, no va a salvar el planeta. El problema es que si, por ejemplo, en el caso de España, se produjera todo el alimento de fuentes vegetales para cubrir las necesidades nutricionales de la población, probablemente se crearía un problema nutricional porque iba a necesitarse de un cierto tiempo para producirse esa transformación y todo para solo reducir en un tres por ciento la huella de CO2 de la población española. Además, el aporte nutritivo que proporciona la carne iba a ser muy difícil de cubrir. Por otro lado, mucha gente piensa que si deja de comer carne solo un día a la semana influirá en la lucha contra el cambio climático. Según los resultados de nuestra investigación, si toda la población de Estados Unidos se sumara a la práctica del meatless monday (lunes sin carne), se apreciaría una reducción de gases de tan solo el 0,5%. Y la media nos dice que una persona que decide eliminar la carne de su dieta vuelve a comerla después de un año.

-En estos años no ha observado ningún indicio que le haga replantearse sus tesis sobre el impacto de la ganadería en el medio ambiente?

-Por supuesto que un científico tiene que cuestionarse las cosas constantemente, pero no he visto nada que ponga en tela de juicio mis postulados. Lo que ahora me he encontrado es que hay que cuestionar el discurso que se ha utilizado para atacar a la ganadería. Me refiero al daño que dicen que ocasiona el metano que emiten los animales al medio ambiente. Esa narrativa está errada. El metano es uno de los gases que contribuyen al calentamiento de la atmósfera pero, a diferencia de los otros dos gases, el carbono y el óxido nitroso, este solo tiene una vida de 10 años frente a los miles que perduran los otros dos en la atmósfera. Con el metano estamos ante un contaminante atmosférico breve, después de esos diez años hay un proceso que provoca que se descomponga, algo que no ocurre con los otros gases. Por tanto, si la cabaña existente en la comarca de Los Pedroches se ha mantenido, nadie puede decir que se estén emitiendo más gases. Mientras que el número de animales sea constante no estamos aplicando nuevos gases a la atmósfera. La narrativa que se está escuchando de que emitimos nuevos carbonos es incierta porque estamos ante un ciclo de carbono reciclado, un ciclo biogénico, algo que no ocurre, por ejemplo, con el uso de combustibles fósiles por lo que decir que una vaca emite lo mismo que un coche es algo absurdo. La actividad agroganadera aporta aspectos beneficiosos a la atmósfera. Los animales emiten gases, pero también los absorben las plantas con las que se alimentan, por ejemplo, crecen asimilando C02.

-Le critican, sin embargo, que usted no tenga en cuenta que, si la ganadería retrocediera o incluso desapareciera, se daría paso a grandes terrenos para cultivar y alimentar a la población con menos perjuicios al planeta.

-Lo primero que hay que decir es que, aunque se diga que mucha de la tierra dedicada al pastoreo podría reconvertirse para cultivos con los que alimentar a los seres humanos eso no es cierto porque aunque sea tierra agrícola en un 70 por ciento es marginal y no sería aprovechable para alimentarnos. Suele ser tierra que aprovechan los rumiantes muy bien y la rentabilidad que se obtiene con los rumiantes jamás sería reemplazable por otros cultivos. Normalmente quien plantea esa idea tiene un gran desconocimiento de los terrenos. Por ejemplo, en zonas como el Valle de los Pedroches, intentar convertir esta zona de dehesa en zona cultivable no sería práctico porque realmente no hay suficiente agua, no hay suficiente suelo y el aprovechamiento que se está haciendo aquí es el mejor que se puede aplicar.

-¿Qué actitudes deben adoptar los ganaderos para plantar cara a sus detractores?

-En primer lugar, que los ganaderos sean conscientes de que tienen un papel en cuanto a las emisiones de CO2, mostrar esa cierta empatía que pueda tener la población. En segundo lugar, conocer la realidad, y en tercer lugar, comunicar cómo es realmente, porque no es el actor negativo que se quiere hacer parecer.

-¿Cómo ha visto las ganaderías que ha visitado en la comarca de Los Pedroches?

-No puedo hablar por el conjunto porque solo he podido ver dos granjas, pero me han llamado mucho la atención, los niveles de producción eran excelentes. Me ha sorprendido el tamaño comparado con las explotaciones que hay en California, que es donde yo trabajo, son una décima parte de lo que es una granja allí. Me sorprende cómo puede resultar suficiente para la renta del ganadero el mantenerse con unas explotaciones relativamente pequeñas, porque en California lo mínimo para que una familia viva son 500 vacas. Dicho eso, también he podido ver las granjas de cerdos y cómo se integran en la ganadería ovina y estoy sorprendido de cómo hay un sistema silvopastoral que funciona de esta manera tan equilibrada, tan circular. Desde luego, crea un paisaje fantástico y el poder integrar todos estos animales en un mismo entorno me parece un sistema muy singular a imitar. Y por supuesto, el jamón que he podido disfrutar aquí es una maravilla y lo voy a intentar probar siempre que pueda.