Setenta montillanos cursan una materia poco común, pero del máximo interés. Nadie les obliga a acudir a clase. Las materias hacen referencia a su propia vida, se juegan su futuro más inmediato, buscan la clave que justifique el cambio de la cotidianidad a la ociosidad y la adaptación de una vida intensa de trabajo a una más tranquila, mientras dejan el testigo a otras generaciones más jóvenes. El final de la vida laboral no siempre está ligada al júbilo, por más que se empeñen en denominarlo jubilación.

Y es que, en esta etapa vital, cuando se vislumbra el merecido y esperado descanso, pueden aparecer trastornos psicológicos, complejos y otros síntomas que amenazan la salud integral y el bienestar personal. No son pocos los que necesitan de ayuda profesional para afrontar con entereza este nuevo reto que les permitirá vivir con dignidad , equilibrio, plenitud y calidad de vida.

Un numeroso grupo de personas participa estos días en unas jornadas que pretenden prepararse con antelación para las nuevas situaciones personales y garantizar así el disfrute del tiempo de una forma activa y creativa.

MOTIVACION

El interés despertado por esta iniciativa ha desbordado las expectativas de la organización, la concejalía de Servicios Sociales, que cuenta con la financiación de la Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad. La titular de esta área municipal, Carmen Salamanca, ha puesto de relieve la necesidad de ofertar este asesoramiento a quienes demandan ayuda y formación desde los puntos de vista médico, psicológico, social y económico.

La mayoría de los alumnos de este curso de preparación para la jubilación son mujeres y, muchas de ellas, viudas. La soledad, en muchos casos, y el dolor no limitan su capacidad de lucha. Afrontarán en solitario el periodo más definitivo de la vida y lo harán de forma responsable, con el punto de mira puesto con fijeza en los hijos y los nietos. No hay tiempo para el desaliento ni para la ociosidad. Historias anónimas que pasan desapercibidas. Una veces, tristes, otras menos dramáticas, pero siempre admirables.

Para una de estas alumnas ayer fue un día melancólico; cumplían nueve meses justos del fallecimiento de su marido, un buen hombre que dedicó toda su vida a luchar por su familia como agricultor. Con mucho esfuerzo, pues el trabajo en el campo es duro y "desgasta" como pocos, consiguió llegar a la jubilación y al ansiado descanso. Murió, sin embargo, sin poder disfrutar de ella. Su esposa, con 61 años de edad, asiste al curso sobreponiéndose al dolor. Así lo refiere una hija embargada por la emoción.

La mayor parte de estos alumnos proceden de la zona centro y del barrio de las casas nuevas.

La organización entregará un diploma a los futuros jubilados que les acredita de haber participado en la actividad. Sin embargo, el mejor título tendrán que obtenerlo de la propia vida, a partir de ahora.