Diario Córdoba

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REPORTAJE

La Corredera, la plaza pendiente

20 años después de la gran reforma, este espacio monumental muestra los primeros síntomas de deterioro arquitectónico y sigue buscando el equilibrio de sus usos públicos

Unos jóvenes circulan con un patinete, junto a una señal caída, en la plaza de la Corredera de Córdoba. MANUEL MURILLO

20 años después de su última reforma integral, la Corredera vuelve a ser una asignatura pendiente en Córdoba. Si en los años 90 se logró revertir su situación rayana en la marginalidad y recuperar un espacio para toda la ciudad, el reto ahora no es menos ambicioso porque pasa por devolverle la monumentalidad y rescatarla del casi exclusivo uso hostelero al que se han dedicado sus 5.525 metros cuadrados de superficie.

«El reto ahora no es pequeño, pero lo de entonces era una locura. ¿Encanto? Sí, la Corredera tenía el encanto que puede tener el tráfico en la ciudad de El Cairo... Recordemos que en el mercadillo se vendían animales vivos y hasta se mataban allí mismo». La evocación que algún lector joven pudiera creer hiperbólica es fiel a la realidad de la Corredera de los años 70 y 80 y la hace Ángel Lapuebla, presidente de la asociación de vecinos La Axerquía cuando se ejecutó la reforma.

El exalcalde Manuel Pérez recuerda también aquel microcosmos y que ya en los primeros años de la democracia, con Julio Anguita al frente del Ayuntamiento, se empezó a hablar de un plan especial de protección para esta zona del casco, que perdía población a pasos agigantados. «Empezamos comprando vivienda para destinarla a alquiler social y la Junta también hizo una promoción; además se lanzó el proyecto de reforma en sí, que fue lento y complicado», recuerda. Por su parte, el entonces concejal de Urbanismo, Herminio Trigo, definía la tesitura urbanística de la plaza de manera bastante gráfica: «Tiene una situación tremendamente endiablada».

Vista del arco bajo de La Corredera MANUEL MURILLO

Otro de los responsables al frente de la Gerencia de Urbanismo, el socialista José Mellado, recuerda que la Corredera de entonces generaba «poca habitabilidad, insalubridad y cierta inseguridad» y que, sobre todo por la noche, era «un sitio inhóspito». Transitada por coches, que circulaban alrededor del montículo central de la plaza (ese espacio bajo superficie se creó como mercado de abastos tras la demolición en 1958 y por orden del alcalde Cruz Conde del anterior construido en superficie, en mitad del espacio, a finales del siglo XIX); rodeada de infravivienda y transitada por el paisanaje autóctono de la época, que incluía vendedores ambulantes, placeros, anticuarios y esparteros (de los que apenas quedan ya dos establecimientos) y por todos aquellos que encontraban en la oscuridad de sus soportales un espacio de libertad, para unos, o de simple vicio, para otros.

El 7 de agosto de 1984, la Junta de Andalucía dio luz verde a la reforma de la Corredera, que comenzó en 1991. Las obras estuvieron capitaneadas por Juan Cuenca, pero contaron también con el tesón de arquitectos como María Dolores Catalán Burón y Juan Jiménez Povedano, principalmente para la rehabilitación de la fachada y la primera crujía, a las que se les devolvió el color perdido durante siglos. Por contra, quedó entonces pendiente el uso de lo que fue la plaza subterránea, que quiso emplearse con fines educativos y culturales pero no se hizo, y el uso del Pósito, un imponente edificio municipal que sigue durmiendo el sueño de los justos.

En este mandato nadie ha alzado su voz para reivindicar su recuperación y la última vez que se escuchó algo en este sentido fue en tiempos de José Antonio Nieto, cuando la idea era construir allí una especie de mercado gourmet. La inversión iba a hacerla la empresa pública Mercasa que, al poco, quedó salpicada por la corrupción y nadie más volvió a hablar de aquella idea.

Un hombre camina bajo los soportales de la plaza grande. MANUEL MURILLO

Pese a los problemas, la reforma de la Corredera, que tuvo un coste aproximado de 1.500 millones de pesetas que fueron sufragadas entre el Ayuntamiento (que pagó unos 500 millones) y la Administración andaluza (975 millones), sirvió para modificar por completo la fisonomía del espacio haciéndolo principalmente peatonal, para restaurar las fachadas, cambiar el pavimento, el alumbrado y el mobiliario urbano (se recuperó el pilón y se instaló un cubo de cristal para acceder a las oficinas), urbanizar las calles aledañas (como la del Toril y la de la Espartería), renovar el mercado de abastos Sánchez Peña, construir un centro cívico, reformar la Ermita del Socorro e intervenir en la Casa de Doña Jacinta, parte de la cual pasó a manos primero de Procórdoba y más tarde, de la Universidad de Córdoba.

En aquel periodo no solo se sucedieron aquellas interminables obras de rehabilitación, sino numerosos litigios, complicaciones jurídicas derivadas de la confusa propiedad de las casas e infinitas y tensas negociaciones con los vecinos. La decisión, por ejemplo, de eliminar el mercadillo de la Corredera provocó importantes conflictos con la asociación de ambulantes que se resistía al cambio. Igual ocurrió con las restricciones que se hicieron al tráfico (luego, en parte aliviadas) y al aparcamiento.

Por fin, el 9 de diciembre del 2001 tuvo lugar la inauguración oficial de la nueva Corredera con la presencia de la entonces alcaldesa, Rosa Aguilar, y del presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves. Comenzaba entonces una nueva etapa, que no se remató.

La plaza grande no celebra el 20 aniversario de aquella rehabilitación ambiciosa en su mejor momento. «El enorme esfuerzo colectivo que hicimos entonces, por no hablar de la inversión económica, no merece el desdén de la administración. Estaba en manos de los políticos prolongar los usos que se pactaron para la Correderra, pero no se hizo». Habla Ángel Lapuebla, presidente de la La Axerquía cuando se llevó a cabo la reforma. Dice que pecaron de «ingenuos» al creer que firmar un plan de usos de la plaza con el Ayuntamiento sería un aval. «Del plan de usos no se hizo nada», asegura tajante.

La espartería es uno de los pocos negocios que perviven en la plaza, repleta de pintadas vandálicas. MANUEL MURILLO

En ese documento --que no llegó a elevarse a Pleno, al producirse entre otras cosas un cambio de gobierno-- se pactó, por ejemplo, la reserva de espacio para actividades ciudadanas y culturales; la prohibición de expedir más licencias de bar de las entonces existentes; la obligatoriedad de dejar expeditos los soportales para facilitar el tránsito peatonal, o la prohibición de colocar en la fachada de las viviendas elementos que afearan la plaza.

Muchos de aquellos usos siguen hoy pendientes, confirma Rafael López, presidente actual de la asociación, que entiende que se debería actuar para reducir el tráfico de la plaza (más desordenado, dicen, al haberse permitido la entrada a vehículos a los centros escolares de la zona), contra la invasión de veladores, reduciendo el ruido y rehabilitando las fachadas.

La Gerencia Municipal de Urbanismo prometió en noviembre que sometería el espacio a una intensa rehabilitación y que reservaría un presupuesto de al menos 200.000 euros para 2022 con este fin. Aunque la intención era comenzar estos trabajos en verano, los estudios técnicos previos han demorado los planes. Los esfuerzos de los arquitectos municipales se están focalizando en dos aspectos: por un lado, el estado del estuco de la primera crujía, muy deteriorado por el mal uso y la falta de cuidado, las pintadas y en menor medida la humedad; y por otro, las luminarias, diseñadas por Juan Cuenca y que se sustituyeron hace un año por otras.

Esta misma semana, técnicos de la GMU han estado trabajando en el arco alto --en primavera se centraron en el arco bajo-- y valoran la necesidad de cambiar los morteros e, incluso, de sustituir el estuco por pintura, algo que no está decidido y que, en todo caso, tendría que permitir la Delegación de Cultura al tratarse la Corredera de un Bien de Interés Cultural. La pintura, piensan, podría tener mejor conservación y mantenimiento. En cuanto a las luces, se baraja adaptar las de Cuenca a la tecnología led o bien optar por otro tipo de lámparas. Todo está aún por ver.

Los vecinos creen que «el lavado de cara que propone el Ayuntamiento no es suficiente» y que se corre el riesgo de que la plaza «vuelva a la marginalidad». «Conceptualmente siguen sin entender que la Corredera es un monumento», concluye Ángel para quien la plaza grande sigue siendo una asignatura pendiente.

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