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José Carlos Ruiz, filósofo cordobés, en la Facultad de Ciencias de la Educación , donde imparte clases. | MANUEL MURILLO

«Lee las 'Cartas a Lucilio' de Séneca y no te hará falta autoayuda»

Según la RAE, filósofo es, en su cuarta acepción, una «persona virtuosa y austera que vive retirada y huye de las distracciones y de los lugares muy concurridos». José Carlos Ruiz (Córdoba, 1975), autor de Filosofía ante el desánimo o El arte de pensar, no ha buscado ser ese perfil de filósofo, sino más bien el del combatiente que pelea cada asalto por bajar la Filosofía a lo cotidiano, por aterrizarla en el mundo real, ya sea a través de las ondas de radio (con su exitoso espacio de radio Más Platón y menos Whatsapp en La Ventana de la Ser), de un vídeo de Youtube o de las aulas de la Universidad de Córdoba, donde imparte clases. Es padre de dos hijos que le inspiraron cuentos como Cocola y las gafas asombrosas, del que pronto se publicará una segunda parte, y es defensor a ultranza del pensamiento crítico.

¿Por qué y desde cuándo le interesa la Filosofía? ¿Cuál es el primer pensamiento filosófico que recuerda haber tenido?

La Filosofía llega a mi vida en 3º de BUP. Hasta los 16 años solo había leído dos libros: El Pirata Garrapata y Fray Perico y su borrico. Entonces llegó al instituto un profesor de Filosofía muy inspirador que nos empezó a mandar leer libros. Así descubrí leyendo 1984 de George Orwell lo bonito que es leer algo que te dé que pensar y descubrir el placer de extraer ideas de los textos. La vocación filosófica me surgió a raíz de conocer a este docente, Rafael, al que tengo ahora como mi amigo. Pero antes de eso, yo tuve vocación literaria. He escrito desde los 12 años.

O sea, no leía pero escribía.

Mucho, aunque luego me di cuenta de que escribir sin leer es de una prepotencia exagerada porque piensas que lo estás haciendo bien. Ahora intento compensar el tiempo de escritura con el tiempo de lectura. Pero es verdad que escribía mucho y lo compartía incluso con un grupo de adolescentes que nos juntábamos para leer poemas. De ahí, por cierto, surgieron poetas cordobeses que se han entronizado como Raúl Alonso, Curro o José Antonio Bernier. La filosofía no deja de ser una rama que se me desgaja de esa vocación literaria que siego teniendo, por eso he escrito cuentos y publicaré dos novelas que tengo reservadas.

¿Novelas de qué tipo?

Tengo una de un perfil existencial y otra, que es un thriller. Aunque no las voy a publicar porque están muy verdes, tarde o temprano retomaré la narrativa.

Entre todas esas inquietudes, tiene una vertiente pedagógica que le ha llevado a dar clases, primero en un instituto y después, en Ciencias de la Educación.

Dar clases fue una salida profesional, no vocacional. Ser profesor es una salida que pensé que me dejaría tiempo para desarrollar mi vocación literaria. Siempre he enfocado la docencia como una profesión muy libre, en la que puedes filtrar las ideas filosóficas de una manera didáctica y hacer que mucha gente entienda que la Filosofía se pueda actualizar. La parte más pedagógica de mi trabajo se acentuó cuando nacieron mis hijos. Ahí vi la necesidad de tomármelo mucho más en serio y constituir un corpus teórico y práctico de pensamiento crítico. Veía que mis hijos crecían y los instrumentos con los que se trabaja a nivel docente o mediático no me parecían suficientes para que ellos pudieran desarrollar el pensamiento crítico.

Digamos que ha experimentado con sus hijos.

Más que experimentar, he observado mucho y he puesto en prácticas metodologías como las de Matthew Lipman. Lo que he ido haciendo es ver dentro de su cotidianeidad qué resortes podíamos potenciar mi mujer, que es, además, maestra de Primaria, y yo para que ellos pudieran ser autónomos en el análisis crítico. De ahí surgió mi primer libro, De Platón a Batman: Manual para educar con sabiduría y valores.

Niños autónomos incluso del pensamiento de sus padres.

Sí. A ver, el pensamiento nunca se puede desgajar de un contexto, ni de unas influencias. Pero a medida que crecen, la toma de decisiones tiene que estar basada en una argumentación a la que la niña o el niño llegue por cuenta propia. A veces tenemos la tentación de ahorrarles los análisis y de trasladarles directamente la solución, sin embargo, cuando le das esa autonomía de pensamiento no quieres darle la solución. Si se lo das hecho, llegan a conclusiones sin entender el porqué y simplemente acatan órdenes. Decía Kant que una persona ilustrada es la que sale de su minoría de edad intelectual. Y de esa minoría puedes salir a los 8 años o a los 50. Hay quien con 50 compra un pack ideológico al completo y lo sigue a pie juntillas sin haber reflexionado.

A partir del próximo curso la Filosofía de la ESO deja de ser una asignatura obligatoria, ¿qué opinión le merece?

Como docentes nos deja el sinsabor de que no somos suficientemente escuchados a nivel político ni profesional. Parece que somos un anexo de un mundo ideal. Socialmente sospecho que esto lleva una línea, iba a llamarla liberal, donde se busca que los contenidos educativos ofertados tengan una productividad material y parece que la filosofía no la tiene. Culpo de eso al cortoplacismo y a la venda que tienen los políticos que diseñan los planes educativos, y también, a los docentes de Filosofía que durante años no han sabido trasmitir la importancia que tiene esta materia en lo cotidiano. En los últimos 15 o 20 años esa docencia ha mejorado mucho y los temarios se han ido actualizando, pero parece que hemos llegado tarde. Creo que muchos de los que elaboran esos planes de estudios, cuando piensan en la Filosofía recuerdan a su profesor de instituto como aquel idealista y pesado que no servía para nada. Para mí es un fracaso social.

¿Cree que faltan filósofos también en las empresas?

Sí, hasta ahora las empresas no habían puesto en valor la importancia de tener a alguien dentro de su personal capaz de tener un análisis crítico potente, capaz de someter a la duda sus propios procesos. Ahora parece que las grandes empresas están empezando a solicitar este tipo de personal y los filósofos están empezando a entrar en el mundo empresarial. La demanda es alta: para dar cursos a los empleados sobre pensamiento crítico, para enseñar a cuestionar la realidad de la empresa, a tener una perspectiva humanística, es decir, para intentar enriquecer el entorno donde el sujeto va a estar 8 o 9 horas diarias. Por eso, lo que no tiene sentido es que no se traslade esto al mundo político.

Las empresas, hasta ahora, han preferido tirar de ‘coaching’. No sé si eso es lo mismo que poner al mismo nivel la autoayuda y los libros de Filosofía.

Cuando la autoayuda empieza a funcionar, allá por el año 2000, los sujetos que empiezan a ver ahí un nicho de negocio lo que hacen es extraer de la Filosofía algunas ideas generales y descontextualizadas. Entonces, el genérico se convierte en lo concreto. En la autoayuda le digo al sujeto sin conocer sus circunstancias cómo tiene que solucionar su vida, en vez de enseñarle a pensar. ¿Hay autoayuda buena? Por supuesto, la hay con base científica, pero luego está la del genérico que te cita a Cicerón, a Séneca y a los estoicos y que te dice que la vida es así. o así. Yo siempre digo: «Lee las Cartas a Lucilio de Séneca y no te hará falta autoayuda». En esa obra, que escribió Séneca al final de su vida, el filósofo da recomendaciones para llevar una vida virtuosa y consejos, sobre todo, desde cómo pasar un día caluroso, hasta cómo comer o conservar una amistad. Las cartas a Lucilio son el mejor manual de autoayuda que te pueda dar un filósofo estoico sobre las cosas cotidianas. El coaching tiene mucho que ver con la necesidad de estimular emocionalmente a un sujeto para que sienta entusiasmo y produzca más. A mi me interesa el estímulo del pensamiento, no de la emoción.

Lo de la emoción suena al psicotrópico de la Filosofía.

No sé ni siquiera si es eso. Estamos en una sociedad que valora cuestiones exclusivamente asociadas a las emociones. En pedagogía, por ejemplo, se ha comprado ese discurso. Hay millones de labores pedagógicas para trabajar las emociones, pero no existe ninguna asignatura de pensamiento crítico infantil.

¿La búsqueda de la felicidad pasa por el pensamiento? ¿Es bueno o malo pensar mucho?

Pensar siempre es bueno porque te somete a un baño de realidad. Decía Aristóteles que la felicidad es el resultado de una vida virtuosa, para eso tienes que pensar mucho en los demás e intentar comprenderlos. Comparo llegar a una felicidad no reflexiva a la felicidad de un niño, superficial, que no enraíza en nada. Esa tendencia a situar la felicidad solo en el plano de lo emocional no deja de ser preocupante desde mi perspectiva filosófica.

Es exalumno salesiano, ¿la Filosofía le ha alejado o le ha acercado más a Dios?

Siempre pensé que la religión de los Salesianos era de una productividad social muy bonita enfocada hacia la juventud y que no imponía mucho un código católico, pero en mi caso tuve una crisis de fe con 19 años cuando murió mi abuelo. De pequeño me llevaba a misa casi a diario y gracias a él conozco muy bien la Biblia, que me parece uno de los libros más increíbles que se han escrito jamás. Su muerte coincidió además con que empecé a estudiar Filosofía. Entonces tuve una crisis de fe inmensa y hasta el día de hoy.

¿Cuál es en su opinión el mayor desafío al que se enfrenta ahora mismo el ser humano?

La educación, porque dentro de ese concepto entraría el cambio climático, la pobreza, las fronteras, la globalización liberal y los radicalismos. Es la única manera de que la sociedad mejore parte del desafío de la educación y sospecho que no se les está dando la importancia que tiene.

El mundo está en plena reordenación internacional a raíz, entre otras cosas, de la guerra de Ucrania. ¿Están las democracias occidentales y sus ciudadanos preparadas para afrontar estos retos?

Si no lo estamos es porque no queremos, en el sentido de que nunca hemos tenido una oportunidad como la de hoy para poder formarnos, emitir un juicio o tener un criterio sobre algo teniendo al alcance una herramienta como internet. Pero también es un tema de haber educado a estas generaciones en el compromiso político, que hemos dejado de lado en los últimos 15 o 20 años. Tendríamos que revisar ese concepto para que el ciudadano del siglo XXI fuera capaz de afrontar el compromiso con la democracia, que es lo que está desapareciendo. Estamos más comprometidos con las ideologías que con la democracia en sí.

¿Qué siente un filósofo cuando ve el asalto a la valla de Melilla? ¿Se puede creer en conceptos como la justicia?

Para Platón la justicia, el bien y la belleza eran los tres grandes conceptos que configuraban el conocimiento. Cuando en su gobierno ideal pone a un filósofo lo hace porque cree que ha sido capaz de ascender desde lo concreto hacia el concepto, hacia la idea de justicia. Creo que estamos perdiendo el foco de lo concreto. El concepto de justicia se está amparando en las imágenes de la valla de Melilla pero el sujeto que está en Córdoba no ve, a lo mejor, la injusticia en el nigeriano que está pidiendo en el semáforo de al lado de su casa.

¿Nos hemos cargado en Córdoba directamente a Séneca al acudir siempre a los tópicos sin ni siquiera conocer su obra?

Sí, pero pasa en todos sitios, aunque creo que en Córdoba no se cita mucho a los cordobeses. Decía Castilla del Pino en sus memorias que cuando llegó a Córdoba se dio cuenta de que nunca pasaba nada, que era una ciudad muy estética. A mi me parece que es una ciudad deliciosa para el retiro, pero, bueno, podemos hablar no solo de Séneca, también de Maimónides o Averroes, que son grandes desconocidos para nosotros y que a nivel mediático tampoco se ha hecho nada por ello. A nivel pedagógico, muchos compañeros del instituto hemos peleado para que en los planes de estudio se pusiera obligatorio la Filosofía de Al-Andalus. No deja de ser paradójico que no entre en los planes de estudio teniendo un siglo en Córdoba, donde se tuvo la biblioteca más grande del mundo y donde vivieron intelectuales de la talla del médico Albucasis. Tenemos un corpus filosófico increíble -que, por cierto, la editorial Almuzara está recuperando- y tendríamos que tener interés político para introducir esas señas de identidad de nuestra tierra en los planes educativos.

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