Los católicos cordobeses vivieron este sábado una jornada de "gozo", que pretende pasar a la historia, por haber sido el día en el que, después de diez años de preparación, se ha visto satisfecho el anhelo de familiares y allegados de 127 personas (entre religiosos y laicos) que durante la Guerra Civil fueron víctimas de la «persecución religiosa» ocurrida en España entre los años 1936 y 1939.

 De ese modo, la Mezquita-Catedral de Córdoba acogió el acto de beatificación de los 127 «mártires» por cuya fe perdieron la vida durante los años que duró la Guerra Civil. El acto fue presidido por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos y delegado pontificio para la Beatificación, y en él estuvieron presentes una veintena de obispos y arzobispos de distintas diócesis de España, así como unos 200 sacerdotes. Además, contó la ceremonia con la presencia de alcaldes y alcaldesas de los municipios de los que eran naturales las 127 personas ahora beatificadas, junto a otras autoridades de todos los ámbitos de la sociedad cordobesa.

Para la celebración, todos los espacios disponibles de la Catedral estaban preparados con la idea de acoger a unas cuatro mil personas, entre las que abundaban familiares, descendientes y miembros de las congregaciones a las que pertenecían algunas de las personas beatificadas. Además, se habían instalado en todos los laterales del templo pantallas gigantes para que nadie se perdiera detalle de la celebración. 

El cardenal Semeraro señaló durante su homilía que «el nutrido grupo de mártires que hoy la iglesia ha declarado beatos, es un grupo que nos pone delante de la variedad de perfiles humanos, una riqueza y profundidad de espiritualidad, a veces también con profundas raíces en las ciencias teológicas, expresadas en la multiplicidad de las experiencias cotidianas, antes de alcanzar la cima del martirio que sella con su sangre toda la existencia» y añadió que «estamos delante de una visión de la historia cuya memoria podrá convertirse en un lugar de evangelización dentro de los contextos secularizados».

Carta del Papa

Antes de su homilía, el enviado del Vaticano leyó la carta apostólica del Papa Francisco en la que informa de la inscripción de los 127 cordobeses y cordobesas en el libro de los Beatos, en el Martirologio Romano, como «siervos de Dios que dieron su vida por la fe».

Tras la citada lectura, en latín, de la misiva papal, se descubrió un tapiz en el que se recoge la imagen de los nuevos beatos y se llevaron hasta el altar en un cofre las reliquias de los mismos, entre quienes, según explicó el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, se encuentran sacerdotes, vírgenes, religiosos, seminaristas y laicos. Este momento fue el más emotivo de toda la celebración pues se desarrolló bajo los acordes del Aleluya de Händel, y entre un gran aplauso que se prolongó durante varios minutos. En ese momento se vio materializada la esperada beatificación.

Agradecimiento

Al término de la ceremonia, Demetrio Fernández, además de agradecer al enviado papal su presencia y a todos los que han hecho posible la celebración de la beatificación, señaló que «celebramos con inmenso gozo la beatificación de los 127 mártires, donde la iglesia se alegra con los mejores de entre sus hijos que son, por tanto, los que alcanzaron con un amor más grande la gloria del cielo».

Añadió el obispo de Córdoba que «el amor de Cristo ha revolucionado profundamente la historia, transformando el suplicio de la cruz en cauce de redención. La tortura de los mártires ha producido entre nosotros un amor más grande y hoy constatamos, una vez más, que la vida cristiana es cauce de humanización, reconciliación y de paz para los pueblos, convertido en ocasión de un amor más grande y perdón, incluso para sus enemigos», y recordó que «la causa que un día inició" el que fuera obispo de Córdoba y hoy arzobispo emérito de Sevilla, Juan José Ajenjo (presente también en la celebración) "ha llegado a feliz término» y soñó con llegar aún más lejos, al esperar «un milagro y que nos veamos en Roma muy pronto». 

Concluyó el prelado cordobés con otro deseo: «que la sangre de estos mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos».

Los testimonios

Eloisa Quirós Reyes es sobrina de una de las personas beatificadas. En concreto de Rafael Reyes, que era hermano de su madre. Eloisa explica que su tío era el párroco de Fernán Núñez, “todavía lo recuerdan personas mayores con muchísimo cariño, porque era una persona muy caritativa, muy cercana, lo querían muchísimo en Fernán Núñez”. Eloisa Reyes, sobre la ceremonia de beatificación señala que “ya era hora de que se reconociera a los que murieron por la fe, que resulta que ahora solamente ellos tienen memoria histórica, nosotros no”. “Es un acto muy necesario para que la gente sepa que los católicos estamos muy vivos”.

El caso de Mercedes Ortiz Navas es parecido. Un tío abuelo suyo era párroco de Palma del Río, Juan Navas Rodríguez Carretero y considera “que es una satisfacción doble porque he estado trabajando en todo el proceso de los mártires en el Obispado durante diez años, entonces, ver culminado el trabajo para mí es una satisfacción grande. Y, por otro lado, un gozo familiar que estábamos esperando desde hace tiempo para ver reconocido todo lo bueno y el bien que hizo mi tío abuelo.

Petra Gómez Alcalde es hermana de la Congregación de Hijas del Patrocinio de María y en este caso su presencia en el acto se debe a que “es una hermana nuestra, la madre Josefa del Consuelo la que beatifican”. “Ella estaba en Baena y era una persona muy entregada y que dio la vida por su fe y dando ejemplo a todos los demás”. Cree Petra Gómez que el acto de la beatificación “para nuestra congregación es motivo de gozo, de alegría ver que se reconoce la entrega de todas estas personas que dieron su vida por su fe”.