El cordobés Manuel Cascos fue reelegido presidente del Sindicato de Enfermería Satse a principios del mes de julio. Afronta así una segunda etapa en la presidencia de una organización sindical que conoce bien, pues estuvo al frente de la delegación cordobesa durante más de 20 años. Satse es la defensa laboral de un colectivo que ha dado el callo durante la pandemia y que lo sigue haciendo.

Sin embargo, las reivindicaciones del sector no son, ni mucho menos, una novedad. Aumentar el número de profesionales (en Andalucía la ratio es bajísima si se compara con la media de Europa), mejorar los salarios o recuperar al talento enfermero que ahora pulula por distintos países son los objetivos que se marca la organización.

Y es que las carencias no son pocas. Todo ello a pesar de que España (y Andalucía) presume a menudo de tener la mejor sanidad del mundo. Sobre esto, Cascos lo tiene claro: «Si se pregunta por las listas de espera, por las masificaciones en urgencias o por la falta de médicos de familia dejaremos de ser, evidentemente, la mejor sanidad del mundo».

¿Qué supone su reelección al frente de Satse?

Es un nuevo reto, un nuevo compromiso que afronto con enorme responsabilidad y con ilusión. Creo en lo que hago, la profesión enfermera merece que nos dejemos la piel cada día y yo, desde luego, lo voy a hacer. El conjunto de compañeros de todo el país está en esa clave. Los enfermeros y fisioterapeutas pueden estar tranquilos porque tienen el mejor sindicato y seguiremos defendiendo sus intereses con todos los medios a nuestro alcance.

Nos metemos ya de lleno en la pandemia. ¿Cree que ha puesto de relieve la importancia del personal de enfermería?

La realidad es la que es y es lamentable que haya tenido que ocurrir esto, una pandemia mundial que ha tenido una repercusión tremenda en todos los ámbitos. Esto ha obligado al personal sanitario a dejarse la piel una vez más. Y en esta responsabilidad las enfermeras, como siempre, han dado el do de pecho. Se han tirado de cabeza como dique de contención a intentar a ayudar y resolver, sin abandonar otros espacios de salud. Esto ha hecho que la sociedad haya puesto en valor, como nunca lo ha hecho, el valor profesional que tienen las enfermeras y también los fisioterapeutas (estos se han destapado como una gran profesión, como una gran aliada de los problemas de salud).

¿Se ha avanzado algo, de forma paralela, en derechos laborales de este colectivo gracias al coronavirus?

No ha sido así. Hemos estado durante meses con gestos de aplausos, que agradecemos como profesionales porque sabemos que la población ha reconocido el verdadero potencial profesional y humano de las enfermeras. Desde las instituciones, durante un tiempo, se han deshecho en halagos y reconocimientos. Pero eso, a día de hoy, no se ha traducido en nada. Han sido gestos con una carga emocional muy grande, pero eso no ha llevado a una mejora en las condiciones laborales y retributivas. Seguimos en una precariedad tremenda, el sueldo medio es de 1.200 euros al mes y la carga asistencial es tremenda también. A día de hoy, enfermeras y fisioterapeutas siguen sufriendo después de 18 meses de pandemia.

¿Si una pandemia de este calibre no consigue mejorar todas esas condiciones, qué es lo que queda?

Tenemos una clase política con una carga de insensibilidad importante. En estos momentos, por ejemplo, hay comunidades autónomas amenazando con suspender las vacaciones de los profesionales sanitarios. ¿Cuál es la catadura moral de alguien que, después de todo lo que ha caído, no tiene ningún problema en proponer esto? Cuando uno ve estas cosas se puede hacer a la idea de lo que tenemos en la clase política, que son los que tienen que tomar las decisiones. Nosotros no vamos a permanecer pasivos ante estas agresiones sin precedentes y pueden estar tranquilos los profesionales porque Satse dará la talla en todos los niveles de acción: sindical, jurídico y social.

Demanda histórica también es la de aumentar la ratio de enfermeras por paciente, ¿en qué situación estamos en Andalucía?

Esa demanda no es solo nuestra, también la reclaman la OMS o sociedades científicas, que dicen claramente que la asignación excesiva de pacientes por enfermera incrementa la mortalidad y la morbilidad. El problema ya ha rebasado la línea de lo reivindicativo o laboral para convertirse en un problema de seguridad. España tiene 5,3 enfermeras por mil habitantes, en Europa hay 8,8 y en Andalucía estamos en 4,2, no llegamos ni a la media del país. Es una situación muy preocupante, no podemos seguir así porque no haya recursos. Y esto no es nuevo. Llevamos años exigiendo que no podemos estar a la cola de Europa, hay países como Alemania o Italia que tienen hasta 16 enfermeras por mil habitantes. Así no se puede seguir, salvo que la dosis de insensibilidad de los políticos alcance ya cotas imposibles. Nosotros presentamos la Ley de Seguridad del paciente, que se encuentra en el Congreso, ya tomada en consideración y desde enero llevamos prorrogando el plazo para la presentación de enmiendas y esperemos que en septiembre se presenten definitivamente.

Hay diferencia en Andalucía en esa ratio, ¿la hay también en los sueldos que cobran estos profesionales dependiendo de la comunidad en la que trabajen?

Hay algunas pequeñas diferencias con comunidades como Euskadi o Navarra, no son sustanciales en el salario base, sino en otros conceptos. Ya se trabaja para intentar que se salve ese déficit que, además, supone una cierta discriminación para los profesionales andaluces.

¿Sigue habiendo fuga de enfermeras?

Este es un tema que nos preocupa. En estos momentos hay 8.000 enfermeras trabajando fuera de nuestro país que en su día tuvieron que emigrar, y todo ello pese a la tremenda falta de profesionales que tenemos en España desde hace tiempo. Los formamos, se destinan recursos económicos y se hace un esfuerzo desde las administraciones y después los países europeos se aprovechan de ese potencial formativo que es muy reconocido en cualquier sitio menos en España. Frente a ello, hemos elaborado un plan de retorno y estabilidad, que hemos presentado en el ministerio, para ver qué se puede hacer en este sentido y que esos profesionales regresen a nuestro país y que los que están aquí no se tengan que ver obligados a emigrar.

Llevamos ya contadas unas cuantas carencias del sector y, por lo tanto, de toda la sanidad. Sin embargo, no dejamos de oír que tenemos la mejor sanidad del mundo.

Esto es como una encuesta, dependiendo de lo que preguntas sale un resultado u otro. Las cuestiones esenciales no se preguntan. Cuando tú preguntas por los trasplantes las encuestas salen satisfactorias, sin lugar a dudas. Pero tenemos que recordar que sí, que los trasplantes salvan vidas, pero que representan el 2% de la actividad asistencial del país. El 98% restante son otras cuestiones y no se pregunta por ellas. No se pregunta por los recursos de los que se dispone, por las listas de espera, por las masificaciones en urgencias o por la falta de médicos de familia. Si eso se pregunta, evidentemente, dejaremos de ser la mejor sanidad del mundo. Tampoco se habla de lo que se destina a gasto sanitario en el PIB, que estamos en torno al 6% y la media europea es del 10%. Y lo bueno que sale es por el sobreesfuerzo diario de los profesionales, no porque la administración ponga los recursos necesarios.

Satse representa también a los fisioterapeutas. Conseguir una cita en la pública es una tarea prácticamente imposible.

No hay. En Andalucía tenemos unos 80 centros de salud que no tienen fisioterapeuta y en otros hay uno o dos. Los fisioterapeutas tienen que crecer, sobre todo, en la atención primaria porque tiene un espacio tremendo de atención, rehabilitación y cuidado de personas con problemas osteomusculares. No podemos olvidar que la media de vida en España es de 83 años, lo que conlleva este tipo de problemas que, a su vez, requieren atención de un fisioterapeuta, o el ritmo del día a día que llevamos cualquiera de nosotros también requiere esa atención. Y hay otra cuestión: un fisioterapeuta ahorra dinero a las arcas públicas porque reduce, por ejemplo, los tiempos de baja. Hoy por hoy es una necesidad que va a ir creciendo.

Habla de la atención primaria, que no pasa por su mejor momento (aunque esta frase pueda decirse en cualquier periodo).

La atención primaria está devaluada y los hospitales también. Lo que ocurre es que un hospital es un espacio más cerrado en el que no se visualiza el sufrimiento profesional. En cuanto a la atención primaria, lleva mucho tiempo la falta de recursos, profesionales y sobre todo de inversión. La gran apuesta por la primaria se hizo en los años 80 y desde entonces no se ha tocado, se le ha dejado evolucionar por sí sola. Y en esta pandemia se ha visto que los ciudadanos donde acuden es a la atención primaria y estaba desestructurada, las costuras se han roto. La atención primaria ha asumido el covid desde primera hora. Ha atendido los casos covid, las enfermeras no han estado detrás de una línea telefónica, esta labor requiere la presencia física. Y cuando vino el momento de detectar los casos ahí estuvieron también. Y después la vacunación. Todo eso ha recaído en la atención primaria, que ya estaba en precariedad. No se puede destinar menos del 25% del presupuesto de sanidad a la primaria.

¿Dónde es más necesario el refuerzo de enfermeras, en atención primaria o en hospitales?

En ambos. Nosotros planteamos que, en primaria, una enfermera no puede asumir más de 1.500 ciudadanos, en Andalucía hay sitios donde se llega a los 2.000. Y después están los centros sociosanitarios, donde planteamos que no haya más de 50 o 100 (dependiendo de la residencia) por paciente, y cobertura las 24 horas. Y en los hospitales seguimos teniendo unidades con 20 o 25 pacientes por enfermera, y no debe haber más de seis u ocho. En Andalucía tenemos ucis con tres o cuatro pacientes por profesional, cuando no debería excederse de 1,5.

Habla de centros sociosanitarios y residencias, donde también han tenido trabajo.

No podemos olvidar que prácticamente el 80% de las personas que viven en residencias tienen problemas crónicos o pluripatológicos, eso requiere atención enfermera las 24 horas del día. Eso no lo tenemos. También es lamentable el salario de las enfermeras en las residencias. Entiendo que la mayoría son concertadas y que la Administración asigna la cantidad por residente, pero eso no puede repercutir en la calidad de la atención. Y tampoco olvidar que las auxiliares se han dejado la piel y lo siguen haciendo porque creen en su trabajo.

¿Cómo valora el papel de las enfermeras escolares durante la pandemia?

Queremos que haya enfermera escolar, pero con dependencia absoluta del centro de salud, con acceso a la historia clínica y sin perder el hilo conductor con los cuidados sanitarios. Otra cosa es que su labor sea de dedicación exclusiva al centro escolar, que es lo que se ha hecho este curso en Andalucía con la contratación de 400 enfermeras para eso mismo. Eso ha dado un resultado espectacular. Y esto debe seguir adelante más allá de la pandemia porque es un elemento de seguridad para los centros, para los alumnos y para las familias.