Carmen no tiene palabras para agradecer el derroche de generosidad de la que ahora es una amiga del alma, Sara. Emocionada, insiste en que si existe la más mínima posibilidad de que su hijo mejore tiene que intentarlo. "Sé que cualquier madre lo debe entender", explica, al tiempo que Sara, madre también de dos hijas, asiente con la cabeza. Su sueño es sencillo: "Conseguir que mi hijo sea feliz".