A pesar de su sordera, Sara siempre pudo hablar. "Eso es una cosa que depende de la persona y de los que te rodean", explica al tiempo que me lee los labios. El síndrome que padece reduce progresiva-mente su campo visual. "Me di cuenta hablando con los sordos, porque ellos se apoyan más en la vista y yo solo podía ver lo que tenía justo en frente", comenta. Cuesta imaginarla en la India, rodeada de ruidos y de peligros. "Por eso estoy agotada, vivir allí exige un esfuerzo de concentración y comunicación diario que te deja exhausta", explica sincera. "Además, para salir del campus donde está la fundación e ir a la ciudad de compras o a hacer cualquier otra cosa, dependía de los demás y eso me agobiaba". Y es que Sara es un espíritu libre.