El 15 de enero cumplirá 81 años destilando aún un porte torero digno de admiración. El secreto para conservarse de tal guisa, asegura, ha sido que ha pasado "mucho tiempo en el campo", del que es un "enamorado" y al que acude cada vez que puede a su propiedad de Villaviciosa. Y cuando no le es posible acercarse a su fuente del elixir de la juventud, también se toma la vida con pausa en su piso de Ronda de los Tejares, levantándose sin hora, entre las nueve o las diez, para tomarse un café a media mañana en Siroco y charlar con los amigos antes de irse a pasear en solitario por Gondomar o La Victoria "para recordar cosas antiguas". Unos recuerdos, casi siempre, taurinos y en los que la figura de su tío, Manolete, se muestra omnipresente. Da fe esta entrevista, esta charla al calor de una mesa camilla en un frío día de diciembre, con varios cuadros de Miguel del Moral presidiendo la estancia.

--Cordobés nacido en Ecija.--Nací en Ecija circunstancialmente. Mi padre era de allí y tenía una finca a la que iba con frecuencia con mi madre. Allí se puso de parto y dio a luz. Mi padrino, Juan Molina, el gran subalterno hermano de Lagartijo El Grande, dijo: "Como ha nacido allí, allí lo bautizamos, en Ecija". Las cosas de los antiguos. Nací en la calle Elvira número 1 y me bautizaron en la iglesia de Santa María. Pero no he vivido en Ecija y siempre me he considerado cordobés.

--Su infancia la vivió en la plaza de la Lagunilla. ¿Cómo recuerda el barrio?--Nos queríamos todos. Todas las familias que vivíamos en la plaza de la Lagunilla éramos como una familia. Por ejemplo, llegaba Navidad e íbamos de casa en casa cantando. Eran casas muy antiguas y la gente que vivía allí era muy trabajadora y se preocupaba por los vecinos.

--¿A qué jugaba en la calle?--Jugaba mucho a la pelota, porque yo toreaba en el patio de casa con mi tío Manolete, con mi hermano, pero en la plaza jugaba a la pelota y a lo que se jugaba antiguamente: a la piola ...

piola

--¿Cómo era su abuela Angustias, la madre de Manolete? ¿Era una mujer temperamental?--Sí, era muy temperamental, pero tenía un corazón que se le salía. Mi abuela estaba pendiente de todos sus hijos, de sus nietos, de sus sobrinos-, de todos. Siempre estaba ahí para todos, y no solo para los más allegados.

--¿Ella cocinaba en casa?--Sí, sí se le enciende la cara. Le gustaba cocinar mucho. Como era del barrio- se refiere al Campo de la Merced, a que en él vivían muchos carniceros en torno al matadero, y las mujeres, por influencia, sabían cocinar muy bien; y ella, "cuando vino de Albacete, porque su padre era de la Renfe, vivió por Santa Isabel abajo, y aquello, como la Lagunilla, se consideraba del Campo de la Merced. Cocinaba los rabos de toro magníficamente. Los guisos, todos. Y luego, cuando ya tenía cocinera, porque perdió la vista casi total con 50 años, nada más que con el olor decía si le faltaba sal.

--¿Cuándo se fue a vivir con su abuela y su tío?--Cuando mi tío compró la casa de la avenida de Cervantes. Vivíamos juntos en la Lagunilla. Ellos en la planta de abajo y nosotros arriba. Mi tío se crió con mi padre, como el otro que dice. Entonces, cuando restauró la casa de la avenida de Cervantes, le dijo a mi padre: "Que al niño me lo llevo yo", porque conmigo estaba muy entusiasmado. Y mi padre le dijo: "Sí, te lo llevas, pero tiene que venir todos los días a vernos". Efectivamente, me fui con mi tío y mi abuela y mis tres primas, pero iba todos los días a ver a mi padre a la Lagunilla. Tenía 14 años cuando me fui a la avenida de Cervantes.

--¿Por qué se mudó su tío?--Porque en la casa de la Lagunilla no había las comodidades que él ya requería por la fama que iba cogiendo y, además, toda su ilusión era comprarle a su madre una casa. Ahora que el estreno fue... Al levantarnos tras la primera noche que dormíamos allí, mi abuela no vio que había un sótano abierto, se cayó y se partió el fémur. Estaba yo durmiendo arriba y escuché voces: "¡Qué se ha caído la abuela, qué se ha caído la abuela". Tenía mucho peso y entre todos y unos trabajadores de Cruz Conde, porque la casa daba a la bodega, ayudamos a sacarla. ¡Pasamos un rato malísimo!--Le costó mucho dinero la casa.--500.000 pesetas, aparte de lo que se gastó en restaurarla.

--Pues eso era un dinero, ¿no?--Ya verás. De ahí compraron los Cruz Conde el palacio donde estaban los Maristas, que yo estudié ahí, en la calle Torres Cabrera. Era grandísimo.Por entonces, hacía años ya que la llama taurina había prendido en Rafalito, como le conocían. Con tanto pedigrí torero, era casi lógico que quisiera vestirse de luces. "Desde chiquito, chiquito, con tres o cuatro años, ya formaba plazas de toros con sillas y hacía mi paseíllo y mataba mis dos toros. Me hacía mi ilusión. Claro, de ver a mi tío en el patio toreando de salón...

--¿Recuerda el día que dijo que quería ser torero?--Con siete años ya lo dije. Ya te digo que toreaba mucho de salón, muchas veces con mi hermano Juan, que tenía dos añillos menos que yo, y que toreaba muy bien. Para darme achares, mi tío cogía a mi hermano a hombros y decía: "Este es el que ha estado bien", y yo empezaba a llorar y me subía arriba. Total, que mi tío me llevó a mi primer tentadero a lo de don Mariano Fernández, en Almodóvar, y toree allí una becerra y ya empecé.

--¿Y se veía con cualidades desde el principio?--Sí, sí. Me veía con cualidades y, además, me fijaba mucho en el toro y sabía verlo. Cuando toreaba mi tío en Córdoba me metía de pescozón en la plaza. Desde los siete añillos hasta los 14 años me estuvo llevando, porque ya con 15 años él dejó de torear en Córdoba. Fue cuando se enfadó Camará el apoderado del torero con Escriche el empresario de Los Tejares. El no tenía culpa. Quería torear, ¡ya verás!, él que llevaba Córdoba por todos lados. El caso es que cuando me llevaba a la plaza yo me fijaba mucho en el toro, me lo estudiaba. Hombre, te diré que muchas veces discutían mi tío y Camará después de una corrida sobre cómo había sido un toro y se decían: "Espera que venga el niño". Cuando llegaba me preguntaban cómo había visto tal toro, le daba mi opinión y se decían el uno al otro: "Tú ves".

--¿Cómo recibió la familia su idea de ser torero? ¿Quisieron quitarle las ganas?--No. Incluso cuando mataron a mi tío tampoco, aunque eso para mí fue un palo muy gordo.

--¿Le marcó mucho?--Mucho. Mi tío para mí era fuera de serie. Porque mira, era una persona tan cariñosa con nosotros, tan seria, tan hombre... Vamos, jamás, jamás le he escuchado yo una palabra mal sonante. Cuando llegaban sus amigos y otros que no lo eran tanto, pero se pegaban, y querían ponerlo por arriba y a otros tirarles, les pegaba un parón: "Oye, que cada uno tiene su manera de torear y hay que respetar a todo el que se viste de torero". Incluso mi abuela le dijo un día: "Niño, parece que Arruza corta muchas orejas". "Sí madre --le contestó--, pero mientras esté tu hijo de pie a este no le gana nadie". No le dijo ni es peor ni es mejor.

--La muerte de su tío, siendo usted novillero, ¿le hizo coger respeto a ponerse delante?--No, no. Al principio, no. Tanto es así que, a los pocos días, el 8 de septiembre, toree un festival en Posadas y estuve cumbre. Al día siguiente, en Lucena, con Martorell y Pablito Lalanda, le corté las dos orejas y el rabo al único novillo que maté, porque en el segundo mío, el quinto, se apagó la luz, no había forma de encenderla y se suspendió la novillada. Y de ahí fui el 14 a Baza y me entretuve en cortar seis orejas. Y de allí a Barcelona, el 18, una novillada que me la hizo mi tío en Linares, el mismo día de la cornada, y Balañá me la respetó. Le corté las dos orejas a uno y salí por la puerta grande y me llevaron a hombros hasta el hotel. Luego, el 21 fui a Valencia y allí no estuve bien, no me encontré. Y el 24 vine a Córdoba y corté un rabo. Total, que no me hizo mucha mella aquel año, pero poco a poco... Es que le tenía un respeto tan grande, tan grande a mi tío que, no sé, no me atrevía muchas veces ni a pensar tan siquiera a llegar como él.

--¿Y por qué tomó la alternativa en Montoro, porque usted tenía ambiente?--Sí, sí. La iba a tomar en Córdoba, pero resulta que se terció lo de la corrida pro monumento a mi tío y los organizadores no querían que torease de novillero, por eso me adelanté a tomar la alternativa. Que por cierto, Escriche se enfadó y no me dio al año siguiente la feria. Y ya empecé yo a mosquearme, ya no... Toree una corrida en Oviedo con Pepín Martín Vázquez y Calerito. Luego fui a Ecija a una corrida de toros en la que dos se quitaron del cartel porque era una tía. Se quedó mano a mano y maté tres toros. Pasé muy mal rato ese día. Cuando llegué a Córdoba le dije a mi padre que lo iba a dejar, aunque tenía 14 o 15 corridas de toros para ese año, el 52. Le dije a mi apoderado que cancelara para el año siguiente. Y a México no quise ir porque no me encontraba para estar a la altura que tenía que estar allí un sobrino de Manolete.

-¿Y qué le dijo su padre?--"Piénsalo bien. Piénsalo bien porque tienes unas cualidades que no puedes desaprovechar". Le dije: "Vale, me lo pensaré, pero de momento no voy a torear más en un año o dos". Y en ese intervalo, un día paseando, me encontré con don Luis Sarazá, que estaba de director de Banesto en Córdoba: "Hombre, Rafalito, dónde vas. Me he enterado que te vas a quitar de los toros". "No, que de momento me lo voy a pensar", le contesté. Eso fue en el 54. Me dijo: "Pues mira si quieres venirte al banco. Procura escribir a máquina y pulsar mucho la letra, y si quieres me lo dices". Me preparé, me hicieron un examen e inauguré la Lonja, en el 54, donde entré de auxiliar. Tiene gracia porque me dice el interventor: "Bueno, Rafalito, tú a cartera". Y pensé para mí: "Como me des la cartera, te la tiro y me voy" recuerda entre risas. No sabía lo que era cartera, que era el que llevaba las letras..., en fin.

--Y de la Lonja...--Allí estuve dos años y pasé a la principal, a Claudio Marcelo, donde permanecí siete años. Luego estuve de subdirector en Cruz Conde y en el 67 me hicieron director de Ciudad Jardín, donde eché veintitantos años. Se me dio bien, gracias a Dios, porque entonces un director tenía mucha responsabilidad.

--¿Entró en el banco, entonces, sin estudios?-- Hombre, tenía mis estudios de Bachiller, pero no sabía nada propio de un banco. Hombre, ¡no sabía ni lo que era una letra!

--¿Dónde había estudiado? ¿Era buen estudiante?--En los hermanos Maristas y luego en la Academia Hispana. Estuve en los hermanos Maristas con Antonio de la Riva, con Luis Martínez Liñán... Compaginaba los toros con los estudios. Y sí, era muy buen estudiante. No me caía del cuadro de honor, que entonces lo ponían en el patio.

--¿En qué se diferencian los bancos de antes y ahora en su relación con los clientes?--Antes la relación era más familiar. El cliente tenía confianza plena en el banco y el director tenía una confianza plena en el cliente.

--¿Y se ayudaba a clientes incluso más allá de lo que hoy se entiende como razonable?--Sí. Por lo menos yo, en Ciudad Jardín, a todo el que medio he podido... He intentado ayudar a gente que veía que era trabajadora y se merecía una ayuda.

--Volvamos al toro. Le dio la alternativa José María Martorell. ¿Recuerda lo que le dijo?--Me dijo: "No esperaba que yo te diera a ti la alternativa (porque yo empecé antes que él), esperaba que me la dieras tú a mí pero, en fin, dame un abrazo y te deseo la suerte que para mí quiero". Porque José María y yo empezamos juntos de becerristas y venía muchas veces a mi casa a torear de salón. Estuvimos juntos en la Divina Pastora en el colegio. El vivía en San Cayetano y yo en la Lagunilla. Era un gran torero. Creo que ha sido un torero que Córdoba no lo ha puesto en el sitio que se merece.

--Quizás porque vino después de Manolete.--Sí, pero Martorell ha sido un gran torero. Y otro, Calerito, dentro de su estilo, porque cada uno ha tenido un estilo diferente, pero... Recuerdo que aquí dimos una novillada, un 26 de septiembre de 1948, que todavía los que la vieron la recuerdan. Salimos los tres a hombros con el papel acabado.

--Eso de acabar el papel en una novillada es impensable hoy.--Pero espérate, es que fueron varias veces. Yo he acabado el papel aquí en Córdoba muchas veces. Sí señor dice con orgullo. En aquella época de Martorell, Calerito y Lagartijo se hablaba mucho de toros en Córdoba. ¿Hoy tú oyes hablar de toros? Es muy difícil. Entonces llegabas a una taberna, a una barbería y estaban hablando de toros, pero lo mismo en verano que en invierno, y eso no lo veo en ningún sitio ahora.

--¿Y a Córdoba qué le falta para recuperar su esplendor?--A Córdoba que salga uno de esos que salen, ya ves, cada 50 años, porque si no es muy difícil por muy bien que lo hagan los empresarios. Córdoba es un poco apática, somos apáticos, y para todo.