La vida de Juan Bautista González quedó en suspense un día, ya lejano, del año 2006 en que, de madrugada, su coche se salió de la carretera dando una vuelta que le dejaría sumido en la inconsciencia durante meses. En su memoria, no queda ni rastro del accidente de tráfico, aquel instante decisivo. Apenas algún flash de los airbags inflándose mientras en su casa el teléfono sonaba dando la alarma a María Dolores, su mujer, que lo esperaba angustiada, sospechando que algo iba mal. Todo ocurrió muy deprisa. La gravedad del diagnóstico de Juan, por cuya vida se temió durante muchos días, inmóvil de la cabeza a los pies, motivó el traslado urgente en helicóptero al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.

Pasaron casi dos meses de pesadillas, dentro y fuera de la cabeza de Juan, antes de que pudiera abandonar la UCI. María Dolores, siempre a su lado. "Al principio, no podía mover nada. Luego, me hicieron una traqueotomía y poco a poco recuperé el habla". Cuando abandonó Toledo, después de 9 meses, los médicos le aconsejaron comprar una silla de las que se activan con la boca, pero él se negó. "Estaba convencido de que, con esfuerzo, podría mover una mano lo suficiente". Y así fue. Aunque tiene un 97% de discapacidad reconocida según el baremo de la Ley de Dependencia, ha recuperado la movilidad en los hombros, un poco en los pies, come y habla con normalidad y ha conseguido adiestrar su zurda para que le ayude a manejarse con "la bici", como él llama a su silla. "Yo no me planteo ningún límite, de eso se encargará el tiempo", explica, sereno, mientras lee el periódico en internet. "A mí siempre me aconsejan que tenga paciencia, pero yo recomiendo a cualquiera que pase por esto que luche y que sea constante, que no hay nada imposible".

Su oficio de comercial, siempre ligado a cubrir objetivos, (durante años fue jefe de ventas de Ford y más tarde abrió su propia empresa de coches) le ha modelado como un hombre competitivo, acostumbrado a mandar y a alcanzar las metas que se propone. "Siempre intento mejorar, aunque en casa también he tenido que asumir que ya no soy yo quien tiene la última palabra, la que lleva el mando es mi mujer", confiesa entre bromas.

"La vuelta de Toledo fue lo peor"

No en vano María Dolores se ha convertido ahora en el pilar de la familia. "Cuando volvimos de Toledo, el mundo se nos cayó encima, vivíamos en un tercero sin ascensor, así que hubo que buscar un bajo de alquiler, hacer obra en el baño, comprar una grúa para moverlo a la cama, un colchón antiescaras, una silla... Después de la noticia del accidente, la vuelta fue lo peor", explica María Dolores, quien tiene además a su cargo a la hija menor de ambos y a una hermana de ella con 57 años y discapacidad psíquica.

En el regreso a Córdoba, los hijos de Juan (entre los que se encuentra Juanito, ex futbolista del Córdoba y ex edil socialista del Ayuntamiento) se encargaron del papeleo, de toda la burocracia, de poner en venta el piso del tercero, de vender la empresa que dirigía. A María Dolores le tocó convertirse en enfermera, aprender la mejor manera de realizar los sondajes, controlar la medicación y un largo etcétera de tareas que se suman a las habituales de cualquier ama de casa.

"En Toledo, hice una especie de máster de enfermería, aprendí a asearlo, a moverlo, pero allí tenía siempre ayuda y cuando te ves sola, en un piso que no es el tuyo... uf, eso fue...". Y es que la historia de Juan no se puede escribir sin contar la de su mujer, a la que conoció con 15 años en una tienda de ultramarinos y de la que, tras un largo noviazgo y una boda feliz, no se ha separado nunca. ("Ella es la que está al pie del cañón y yo tengo que sacar fuerzas para demostrarle que puedo mejorar", declara rotundo). Por separado, casi con las mismas palabras, los dos se confiesan parte de una piña. "Estamos muy unidos, aquí no ha habido huidas a raíz del accidente".