La solemnidad y un respetuoso silencio marcaron ayer la misa exequial por el alma del obispo emérito de Córdoba, José Antonio Infantes Florido, fallecido el pasado domingo a los 85 años de edad. Casi 3.000 personas entre fieles, religiosos, sacerdotes, seminaristas y autoridades civiles, militares y religiosas despidieron a quien fue pastor de la diócesis durante más de diecisiete años.

El difunto descansa ya en un mausoleo de mármol esculpido por los hermanos García Rueda en el interior de la capilla de la conversión de San Pablo en la Catedral. Su escudo episcopal y cuatro cartelas sobre la anunciación, la natividad, el calvario y la resurrección figuran a ambos lados de la tumba.

Como marca la tradición desde tiempos visigóticos, fue el arzobispo metropolitano, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, quien presidió el funeral en la Catedral. Concelebraron el obispo de Córdoba, Juan José Asenjo; el actual arzobispo de Granada, Javier Martínez, que sucedió a Infantes Florido en Córdoba; el emérito de Badajoz, el de Cádiz y Ceuta y el de Guadix--Baza.

La puntualidad fue absoluta y al filo de las 16.45 horas, el féretro de este obispo sevillano fue trasladado a hombros por seis sacerdotes en una procesión presidida por Juan José Asenjo en la que participaron seminaristas, religiosos, sacerdotes, el Cabildo Catedral y el Consejo Episcopal, seguidos por familiares y feligreses. La comitiva partió del Seminario, donde estuvo la capilla ardiente, entró por la puerta del Perdón y llegó al altar mayor de la Catedral pasadas las 17.00 horas.

"Pero qué bonito es vivir y romperse la vida por los demás y llorar por el que llora y hacer fiesta con el que está alegre". Con estas expresivas palabras abrió la homilía Carlos Amigo para referirse a la intensa vida cristiana del obispo difunto. En el silencio que deja la muerte, monseñor Amigo aseguró que el único bálsamo es el amor de Jesucristo.

El eco de las campanas, que seguían doblando, resonaba a veces en el templo. Los cantos hablaban de la resurrección y la eternidad. Los vestidos enlutados de los presentes y dos centenares de sacerdotes en el altar no hacían sino despedir a Infantes Florido con gran solemnidad. A partir de hoy y durante nueve días la Catedral acogerá las misas del novenario a las 9.30 horas. El viernes 18, a las 20.00 horas, será el funeral del novenario, también en la Catedral.