Quién se lo iba a decir. Antonio Manuel Casas Marín (La Rambla, 1999) era un nombre desconocido para el grueso del cordobesismo el verano pasado. Los degustadores del fútbol formativo sí le recordaban como un talento emergente en las filas del Séneca CF a mediados de la década pasada, cuando le llamaban Casitas y se hartaba de firmar goles en el Puga y en los campos de la provincia. Como a otros muchos, le hicieron pronto las maletas y se fue a la cantera del Real Madrid con 16 años, llegando al equipo de la División de Honor Juvenil. Luego bajó al Sur para enrolarse en el Sevilla, donde tocó el tope en el filial. Y volvió a casa. Al Córdoba CF.
En El Arcángel ha relanzado su carrera. Se ha convertido en una pieza cotizada -tiene contrato hasta 2023 y se negociará ampliación- y su estilo ha conectado con los gustos de la afición. En el Córdoba siempre se ha valorado el despliegue de corazón y a Casas le sobra. Su gol en el Romano José Fouto de Mérida le ha colocado, con 22 años, en el selecto club de los cordobesistas que marcaron en los partidos del ascenso.
El rambleño ya es un icono del nuevo cordobesismo. Su imagen -junto a la de su compañero y amigo Simo Bouzaidi, con el que llegó de la mano desde el filial del Sevilla- es venerada por los sectores más jóvenes, que se han identificado con su modo apasionado de comportarse en el campo. Y con sus goles, obviamente. Con un amplio margen de mejora aún, Casas tendrá la misión de continuar su progresión en una Primera RFEF más exigente. «Hará historia en el Córdoba», declaró públicamente Javier González Calvo, presidente y consejero delegado, a propósito del porvenir de un futbolista que ya tiene un sitio en la memoria de la hinchada como firmante de un gol inolvidable.
El rambleño toma el testigo del autor del último gol del ascenso. Uli Dávila, un extremo mexicano que llegó a las filas del Córdoba cedido por el Chelsea, resolvió en el Estadio Gran Canaria de Las Palmas uno de los ascensos más estrambóticos de todos los tiempos: marcó después de un rebote en los minutos añadidos a un encuentro reanudado después de varios minutos de parón por invasión del público. Aquel tanto abrió al club blanquiverde la Primera División tras 42 años. Aquel balón del ascenso fue el último que tocó Uli con la camiseta del Córdoba CF, que nunca más volvió a defender.
Todos los goleadores
El club cordobés tiene en su hoja de servicios un total de nueve ascensos de categoría en casi 68 años de historia. El primero de ellos, en 1956, resultó curioso. El equipo logró subir a Segunda por una carambola de resultados y tras perder por 2-0 en Almería. Al partido siguiente, en El Arcángel y ya con el objetivo logrado, goleó al Ceuta por 4-0 (dos de Araújo, Hermida y Andrade).
El ascenso referencial durante casi medio siglo fue el acceso a Primera División, del que el pasado 1 de abril se cumplieron 60 años. El legendario 0-4 en el Colombino de Huelva, con triplete de Miralles y uno más de Homar. El último ascenso en blanco y negro se produjo en 1971, también a Primera y beneficiado por una ampliación de equipos. Fue el único que tuvo como escenario El Arcángel: el Córdoba venció por 2-1 al Hércules, con tantos de Manolín Cuesta y Rivera.
Diez años después, en 1981, el Córdoba logró ascender a Segunda y aquel episodio pasó sin celebraciones. Los blanquiverdes empataron en Ibiza (1-1) con gol de Manolín Cuesta y subieron a falta de tres jornadas.
En 1985, el Córdoba salió de Tercera División por la vía de un play off que le midió como último escollo al Valdepeñas. Allí ganó por 0-1 con la firma de Valentín. Y el siguiente salto tardaría casi tres lustros, pero se convirtió en un símbolo. Después de 17 años, el Córdoba volvía a Segunda División en 1999 tras una épica victoria en el campo del Cartagena, al que le bastaba empatar. Ramos y Óscar Ventaja pusieron su rúbrica al 1-2 que despertó la Cordobamanía.
En este siglo, el Córdoba logró un ascenso a Segunda en 2007 con un gol de penalti de Dani (1-1), en El Alcoraz ante la SD Huesca. La cima la tocó en Las Palmas, con el retorno a Primera en 2014 y la firma mejicana de Uli (1-1). Esta vez, un rambleño ha abierto la puerta de salida del infierno.
