Luxemburgo, diciembre del 2012, 10 grados bajo cero. El expresidente Felipe González entra en un ascensor y se encuentra con el dimisionario presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker. Ambos europeístas de la vieja escuela, de los que creen que la UE debe federarse, que la unión monetaria no sobrevivirá mucho sin una unión económica y política. "¿Nos estamos volviendo locos o estamos en un mundo de locos?", le pregunta Juncker a González.

Un expresidente del Gobierno es alguien con un vasto conocimiento y experiencia para hacer política y prácticamente ningún poder para ejercerla. Lo cual hace que su pensamiento pivote entre dos consignas a veces irritantes: "Esto es lo que pasará si no me hacéis caso" y "ya os lo advertí". El Consejo de Europa llamó hace seis años a González y le pidió reclutar a otros once sabios para elaborar un uniforme sobre las perspectivas políticas, sociales y económicas de la UE. Ese verano de 2007 acababa de estallar en Estados Unidos la crisis de las hipotecas basura, así que el futuro europeo estaba escrito. El grupo de sabios tarda un año en constituirse, y para entonces ya se ha hundido Lehman Brothers, el banco de inversiones más importante del mundo y con mejor calificación de las agencias de rating. González advirtió de una crisis económica e institucional que se prolongaría diez años hasta llegar a un punto de no retorno. Ahora, en el quinto año de esa crisis, el exlíder menea la cabeza y el informe: "No sé si lo ha leído algún jefe de Gobierno de los que lo encargó", admite.