Con la llegada del verano los incendios forestales vuelven a ser desgraciadamente noticia, como esta semana ha ocurrido en Portugal o en el gran incendio declarado entre las provincias de Cáceres y Salamanca. En el caso de la provincia de Córdoba, durante el pasado año ardieron más de 1.600 hectáreas, tres veces más que la media de los últimos 20 años. Todo ello en un contexto en que los científicos vienen alertando de que el cambio climático ocasionará cada vez más fuegos y más intensos en zonas como la Península Ibérica, por la conjunción del aumento de las temperaturas, la sequedad, los procesos de desertificación y el menor volumen de precipitaciones.
No obstante, ¿se observa ya en zonas como la provincia de Córdoba el efecto de este cambio global sobre los incendios registrados en los últimos años? La respuesta es sí, pero con matices, como explican expertos como Eduardo Nicolás, director del Centro Operativo Provincial (COP) del Infoca en Córdoba, que afirma que, más que el cambio climático, la pérdida de gestión sostenible en los montes -otro de los grandes conceptos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas- es lo que está produciendo que se registren incendios cada vez más grandes y difíciles de controlar.
«Es cierto que el cambio climático viene marcando una tendencia desde hace décadas, provocando que las campañas contra los incendios forestales sean cada vez más largas y empiecen antes y acaben después, por lo que debemos estar alerta y ser más previsores de cara al futuro. Pero no son efectos que se manifiesten de forma inmediata, de unos pocos años a otros, como sí se está percibiendo ya con la pérdida de gestión sostenible en los montes que provoca que el combustible que hay en el campo (la vegetación) aumente, y con ello el número e intensidad de los incendios», afirma Eduardo Nicolás.
Entre los factores que han provocado la merma de sostenibilidad en los montes cordobeses (y andaluces) caben citarse varios como el despoblamiento rural, el abandono de cultivos en el marco de una política y sector agrícola que ya no los ve rentables, -«como los olivares de sierra que es un ejemplo claro en Córdoba de abandono y conversión en monte», apunta Eduardo Nicolás- y la disminución progresiva de la ganadería en las comarcas del norte, que aunque tiene aún mucho peso económico y social, no tiene el mismo volumen que se registraba hace décadas. A ello se suma el ya de por sí déficit hidríco que vienen registrando zonas como la provincia desde el 2017, que ocasiona suelos y vegetación con menos agua, y que, por tanto, tienen más capacidad de combustión.
Como consecuencia de todo ello, se reduce y se complica la gestión sostenible del monte, «donde cada vez hay más vegetación o combustible que puede dar lugar a incendios que están fuera de nuestra capacidad de intervención y extinción», señala el director del COP del Infoca en Córdoba, en un proceso de aumento de la masa vegetal que comenzó en la década de los 80 del siglo pasado y que cada vez es mayor.
Eduardo Nicolás explica que, en contra de la opinión generalizada de la ciudadanía de que los grandes incendios se controlan con más medios humanos y materiales, los expertos saben que en determinados incendios, donde se libera una gran cantidad de energía tanto a nivel de aire como de suelo y subsuelo, hay que contraponer la misma cantidad de energía en sentido inverso, «y en algunos casos esto no se logra ni con todos los medios de extinción existentes en el mundo», afirma.
Y también en contra de la opinión generalizada, países como España, y a pesar de los incendios que se registran año tras año, no pierde superficie forestal, sino que la aumenta, en un porcentaje de entre un 5% y un 10% en los últimos años, según diversos estudios, porcentaje extrapolable a Córdoba.
Así, la pérdida de sostenibilidad registrada en los últimos años, junto a los efectos más a largo plazo del cambio climático, están provocando, según Eduardo Nicolás, la paradoja de que, mientras que las administraciones vienen incrementando los medios disponibles para la extinción de incendios, la capacidad de extinción no aumenta. «El 90% de los incendios los conseguimos controlar en un corto espacio de tiempo, pero hay otro 5% - 10% que a veces escapa a nuestra capacidad de control». En definitiva, en la gestión sostenible está la clave para lograr que se minimicen las previsiones de incendios cada vez más graves.
