Plaza: Los Califas (Córdoba). Algo menos de media entrada en tarde ventosa.

Ganado: Toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presentación, aunque con desigualdades, y de escaso juego por su falta de fuerzas. El mejor, el primero, noble y con clase. También el blando cuarto tuvo buen son. El segundo, parado; el tercero, desrazado; el quinto, agotado, y el sexto, sin apenas gas, duró muy poco.

Francisco Rivera 'Paquirri': Estocada y descabello (ovación); y pinchazo y media estocada trasera (silencio).

Morante de la Puebla: Pinchazo y estocada (silencio); y estocada casi entera (silencio).

José María Manzanares: Pinchazo hondo y estocada (silencio); y metisaca al caer la espada contraria, pinchazo y estocada (silencio).

Cuadrillas: Saludaron tras parear Rafael Rosa y Luis Blázquez en el tercero, y Curro Javier en el sexto.

LA CRÓNICA

Tarde vacía. De mucha decepción y aburrimiento. Con apenas unos detalles en pasajes aislados. También de escaso público, como primera y negativa noticia. Un viernes de feria, acartelados Morante y Manzanares --también con el reclamo menos taurino pero más popular de Francisco Rivera--, y menos de media entrada... Algo falla. Pero, ¿es problema de Córdoba o de la Fiesta? Desde luego que esta plaza, que el año pasado tocó fondo por una pésima gestión después de varias temporadas maltratada, es caso singular, metida como está en la UVI de los cosos a la baja. Urgente, pues, reanimarla y sacarla del pozo. Un empeño que había encontrado en el cincuentenario del coso la motivación oportuna y que, de la mano de una nueva empresa, nada menos que de la potente Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT), se antojaba una realidad posible más que un sueño irrealizable. Pero a las primeras de cambio, fracaso. Al público se le echó de la plaza hace tiempo y no parece tan fácil recuperarlo. El trabajo, por tanto, debe ser a largo plazo y atender --para superar-- las singularidades que han llevado a que se le dé la espalda a Los Califas. Aunque, y respondiendo a la pregunta, siendo Córdoba caso particular, habrá que mirar al conjunto para ampliar la luz roja. Porque, ¿se puede atraer al público a las plazas con espectáculos como el de ayer? Sin toro no hay Fiesta. No hay vuelta de hoja. Y en esto, los profesionales, los principales culpables. Quienes se anuncian con semejante material, quienes lo crían, quienes lo compran... Y ojo, que cada día más se confunde a unos con otros, con intereses entrecruzados y estampitas que cambiar; con empresarios apoderados, toreros ganaderos y criadores metidos en el círculo. Peligro. Suenan las alarmas. Y no es producto de una mala tarde, que una mala tarde la tiene cualquiera. Miren a Córdoba, caso singular ya explicado, pero ejemplo también de una Fiesta a la baja. Y miren los tendidos ayer. Algo falla. La FIT, Morante, Manzanares, Juan Pedro... Ni así. Nada. Tarde vacía. Decepcionante. Como Paquirri, el otrora Rivera Ordóñez. ¿Quién ha reclamado su vuelta a los ruedos? Nadie. Pero ha vuelto. Y lo ha hecho como se fue: vulgar. Y para colmo, el lote de la corrida, para él. El mejor, sin duda, el primero, toro noble y con clase con el que el torero se mostró ventajista en una faena tan plagada de muletazos como carente de cuerpo y alma. Y también potable el cuarto, con buen son aunque medido de fuerzas. Pero tampoco en este, al que planteó una labor sin forma ni fondo. Vacío Rivera en tarde vacía. Porque tampoco Morante encontró toro en su primero, animal parado e inválido al que dibujó una serie sin convencimiento antes de irse a por la espada. Y aunque a punto estuvo de levantar el vuelo en el quinto, tampoco. A este, al menos, le dio tiempo de recetarle con el capote un garboso afarolado y un ramillete de verónicas mecidas en un pasaje primoroso, pero hasta ahí. Entre el animal, venido a menos, y el viento, que impedía que el torero lo mimara (¡menudo verbo para hablar de toros!), todas las esperanzas que levantó con el capote se diluyeron con la muleta. Algo parecido a lo que le ocurrió a Manzanares en el tercero, al que dibujó un saludo capotero de mucho temple. Pero no hubo para más. En el momento que le exigió, el toro dijo basta. Y en el sexto, aunque al fin hubo algo de continuidad y también brillo en un cambio de mano y un pase de pecho con usía, apenas fueron dos series. El toro, agotadísimo, ya no fue igual por el izquierdo, y de vuelta a la diestra, entrando al paso. Con todo, en medio de la nada del festejo, y alargando Manzanares los viajes a pesar del viento y componiendo la figura, aquello pareció mucho. Pero sin emoción, sin toro, el conjunto no pasó de aparente. Falló a espadas y todo quedó en nada. Como la tarde: vacía. En el tendido y en el ruedo.