Ya han empezado los del PP, y así van a seguir hasta diciembre, a intentar meter en los cabezones de todos los españoles una única idea de cara a las próximas elecciones generales: "Que vienen los rojos", "o nosotros o el caos". Bueno, ellos no lo dicen así porque son centristas --"centrados", dicen ellos-- y por tanto son comedidos y políticamente correctos --maricomplejines, como diría Jiménez Losantos-- y por tanto se dedican a alertar al supuestamente timorato elector avisándole de que si no vota al PP, "vendrán las izquierdas" y se echarán a perder tantas cosas buenas como el PP ha hecho en estos años.

Se ve que a estos chicos del PP les pesan los dos millones y medio de votos que se les han ido en la última cita electoral y que les ha hecho perder no pocas alcaldías y comunidades autónomas. Parece ser que 800.000 de esos votos se fueron a Ciudadanos, pero el otro millón setecientos mil es gente de derecha que ya no ha aguantado más y ha preferido no hacer lo que tradicionalmente hacen los votantes del PP, esto es, votar con la nariz tapada. Y han preferido quedarse en casa.

Mi amigo Antonio José, que sabe un montón de marketing, me dijo el otro día que en el mundo de la empresa es muchísimo más difícil recuperar un cliente desengañado que conseguir uno nuevo. Difícil lo tiene el PP, y más utilizando la técnica del miedo, "Que vienen los rojos", cuando la raíz de su problema es de carácter interno.

El PP no es sino la AP de Fraga cuando este pasó el mando a Aznar por estar más quemado que la cachimba de mi abuelo. Pero AP era una "alianza" de partidos que vino a ocupar el espacio de otra alianza, la UCD. Lo característico de UCD y de AP fue agrupar a gente de derechas dispuestas a prescindir de su ideario en pro de un "centro" desde el que se pudiera captar el mayor número de votos. Es decir, el poder sin ideas.

El resultado ha sido que, mientras en la izquierda hay varios partidos que, aunque habiendo mutado ideológicamente, representan los ideales de la izquierda, la derecha está ideológicamente castrada por culpa del PP, que no defiende un ideario de derecha y lo único que ofrece es el mensaje negativo de frenar a los rojos siempre y cuando sean ellos, los políticos del PP, quienes lleven a cabo esa honrosa labor desde las poltronas.

Sin embargo, el calificativo que le va bien al PP es el de partido "conservador", porque venimos viendo desde hace bastantes años que a lo único que se dedica es a "conservar" las medidas progresistas de la izquierda que le ha precedido en el poder. También podríamos calificar al PP de "paternalista" porque cuando se acercan las elecciones generales se dedican a hacernos regalitos (impuestos, funcionarios, etc.) como si los ciudadanos fuéramos niños pequeños o, peor aún, gilipollas o bobos de baba que no entendemos las cosas y necesitamos que nuestros papás del PP nos las expliquen con un caramelo en la mano. ¿Cómo es posible que nos crean tan tontos?

En los 40 años de democracia que llevamos, la derecha no ha conseguido articular un ideario de derecha más o menos fiable, aunque siempre ha habido intentos, sistemáticamente abortados por el PP, que es como el perro del hortelano, que ni hace ni deja hacer. Sin embargo, en las últimas elecciones ha habido dos millones y medio de indignados de la derecha que han preferido la dignidad de darle el portazo a esos impresentables.

En VOX, que es el partido en el que milito, no tenemos complejos en autocalificarnos de liberales de derecha. Sencillamente porque defendemos los valores de la derecha tales como la defensa de la vida, la propiedad privada, la libertad de enseñanza, la defensa de la familia, la unidad de España, la economía libre de mercado, la promoción del esfuerzo, del mérito y de la capacidad, la reducción del papel del Estado, la supresión de las comunidades autónomas, el protagonismo de la sociedad civil, etc. Simplemente decimos lo que somos, sin complejos.

Por cierto, muchos de mis amigos rojos también defienden esto, sobre todo cuando se trata de la defensa de la propiedad privada la suya, o la libertad de enseñanza, la de sus propios hijos, claro, lo cual me parece muy bien porque eso demuestra que los valores de la derecha sintonizan con la dignidad de la persona, sea de izquierdas o de derechas, y yo deseo lo mejor para mis amigos.

A mi los rojos no me dan miedo. Me entiendo perfectamente con ellos porque partimos de una sinceridad mutua en la que unos y otros nos mostramos como somos y nos respetamos. No hay problema en el diálogo. Pero encontrarse con un centrista... ¡Amigo!, eso son palabras mayores porque no sabes por dónde te la puede meter doblada.

* Arquitecto