La vida es un regalo precioso lleno de sentimientos, sensaciones, experiencias y momentos de todo tipo, buenos y menos buenos, que en muchas ocasiones dependen de nosotros mismos y en otras, de situaciones y circunstancias externas. En todo caso, la vida, siendo origen de nuestra propia existencia constituye un derecho fundamental que siempre se ha de proteger y defender; desde el mismo momento de su concepción, durante su desarrollo y hasta su último aliento, siempre con la dignidad que toda persona merece, y que solo debería poder perderse por causas naturales o accidentales.

La vida, en cuanto a derecho fundamental, viene reconocido en el artículo 15 de la Constitución, y ya nuestro derecho civil de 1889, como se hacía también en la época romana, otorga al nasciturus (el concebido no nacido) personalidad reconociéndole unos derechos que se harán efectivos de producirse su nacimiento.

Por ello, ha de preservarse la posibilidad de vivir, el derecho del niño por nacer. Y ha de protegerse la vida, siendo tan vacío de contenido el argumento de quien defiende el aborto de «con mi cuerpo hago lo que quiero» para atacar a la propia vida por nacer, pues a ese argumento se le contesta fácilmente: «No te quedes embarazada». Ninguna mujer a conciencia se queda embarazada para ejercer «su derecho al aborto». Porque lo que existe es la libertad de la mujer a decidir ser madre o no, concebir vida o no, pero no el derecho de aborto.

Sería un «derecho» en negativo en el sentido de interrumpir el embarazo, que es lo que la mujer ha de decidir, su libertad es decidir si quiere ser madre o no, simplemente elegir eso, pero antes de quedar embarazada, esa es la auténtica libertad de la mujer, decidir dar vida o no. Su derecho es elegir o no la maternidad, no el aborto, pues si no quiere ser madre hay muchos medios para no quedar embarazada. Ya sé que hay muchos supuestos en los que está en riesgo la salud de la madre, incluso del mismo bebé, y en ello tendrán que intervenir los equipos médicos y psicológicos necesarios. Pero esto no va de ciencia médica o moral, que también, pero sobre lo que no puedo pronunciarme porque no me corresponde, y hay que reconocer que la mayoría de los casos en los que se trunca una vida es por irresponsabilidad, por no decidir a tiempo libre, voluntaria y conscientemente el no engendrar una vida. Y en cuanto a la falta de medios económicos, es cierto que es un aspecto muy tenido en cuenta para quebrar una vida, pero ahí hay que exigir a las distintas administraciones públicas la protección y ayuda necesaria en derecho tan fundamental como es la vida y la familia, existiendo otras organizaciones y entidades sin ánimo de lucro, como Adevida, que su misión principal es defender la vida y ayudar a las madres con escasos recursos no amparados por las administraciones.

En la vida se toman muchas decisiones y no todas ellas avaladas por derechos o libertades sino por circunstancias y situaciones. Hace ya mucho tiempo que quedó atrás el estigma de quedar embarazada o ser madre soltera, ahora hay muchas mujeres que deciden cuando y como ser madres en solitario, porque tienen la responsabilidad sobre su propia vida y existencia y conforme a su situación personal, económica o profesional toman la decisión de dar vida o no. Esa es la auténtica libertad de la mujer, querer engendrar vida o no, y sea cual sea su decisión, le hará libre, valiente y con valor. Aunque cada vez más, la vida está en alza, y dar vida es el mejor regalo.

* Abogada