Mi suegro siempre me decía cuando íbamos a tomar churros al Pasaje de Chinitas : --Ya verás Rafael, cuando vengan los chinos. A mí no me pillarán, pues yo soy muy mayor, pero vosotros ya podéis ir preparándoos. ¿Tú sabes cuántos millones de chinos hay? --No, Mateo, no lo sé, dímelo. --Pues escucha, cada día nacen y como está prohibido tener más los alumbran a escondidas y al no "inmatricularlos", no lo podemos saber con exactitud. Censados, cuando salga tu artículo, ya habrá más de mil trescientos millones. ¿Te imaginas? ¡La que se va a liar cuando vengan! --Tienes razón, suegro, tú lo que quieres decir es que, como en China no coge tanto chino, se derramarán y hasta aquí nos inundarán. --Yerno, ríete de mí todo lo que quieras, pero acuérdate de que yo te lo he advertido.

Pensando en ese tsunami de chinos arrollándonos, perdí una y otra vez la oportunidad de preguntarle cómo se podría uno preparar para no sucumbir bajo ese tropel. Por fin se lo pregunté la última vez que lo ví, mas no me respondió; desgraciadamente ya estaba muerto. Mi mujer, al cabo de unos días, me preguntó que qué había dicho sobre los chinos cuando me despedí de su padre. --¿Chinos?, dije, negándole la evidencia. No, nada de eso, tú estabas muy afectada y tendrías una alucinosis. Las alucinosis acústicas son percepciones auditivas en las que el sujeto carece de un juicio de realidad positivo. Pueden producirse en enfermedades como esquizofrenia o consumo de drogas de abuso. Es muy característica la alucinosis alcohólica. Aunque mi mujer no bebía, preferí llamarla borracha antes que decirle la verdad. ¿Puede uno contarle a una hija que a su padre, de cuerpo presente, en vez de con aflicción desearle buen viaje, le había preguntado si los chinos vendrían a darnos masculillo? Se habría divorciado.

Ahora yo ya tengo la edad que tenía mi suegro y a mis hijos no les he trasmitido la preocupación que por la invasión de los del río Amarillo tenía su abuelo, y es que se me han adelantado los del Estado Islámico y busco estrategias para prevenirlos, que los yihadistas ya han llegado, o más bien, como diría Miguel Hernández, que ya están regresados.

Al-Andalus, tierra de los vándalos, en árabe. Es la zona de ocupación musulmana en la Península Ibérica que abarcó desde el siglo VIII hasta finales del XV y llegó a comprender gran parte del territorio español. A través del norte de Africa penetraron familias nobles árabes venidas del Este y bereberes procedentes del Magreb, que paulatinamente se asentaron. La mezcla con la cultura hispano-goda dio un resultado deslumbrante que diferenció netamente el Islam occidental del oriental. La nostalgia del esplendor árabe y el actual progreso socioeconómico han estimulado la codicia a los islámicos, olvidando que ellos fueron invasores y ahora vuelven a reclamar sus propiedades, pues salieron con lo puesto cuando Isabel y Fernando echaron a Boaddil a las Alpujarras. Y no olvidan con rencor, pues para un musulmán no pudo haber mayor tormento que ser extraditado a Trevélez, cuna del jamón ibérico; ¡mala milk que hilaba la ReinaCatólica! Y ¿la quieren subir a los altares?

La Alhambra, obra de Al-Andalus, una de las diez maravillas más maravillosas del mundo, es un conjunto de palacios y una fortaleza de origen musulmán, que visitan más de tres millones al año. El emperador Carlos V se enamoró de ella y la eligió para pasar con Isabel de Portugal la luna de miel y convertirla en capital imperial. La Alhambra, en su mismo corazón, fue demolida para que el arquitecto Machuca perpetrara la ignominia de construir El Palacio del Emperador, una mole renacentista (manierista), clavándole el rejón de muerte a la estética de la Fortaleza Roja y profanando el embrujo de la magia nazarí. No lo duden, vendrán cien yihadistas vírgenes y se inmolarán haciéndolo saltar por los aires en honor de Alá. Que no sería yo el que, pudiendo, lo impidiera si no utilizaran niñas para la implosión.

Moly, un santo inocente de Delibes, por una peseta vendía la Alhambra a los turistas y a quienes se la inmatriculó la tienen preciosa. Los estudiantes íbamos a fin de curso a hacernos un selfie cabalgando sobre los leones que, en la fuente del patio, echan agua por la boca.

Nos anuncian desde Oriente que vienen a por ella si no se la enviamos por SEUR. Con petrodólares, Rafael de la Hoz dejó dicho el procedimiento. Urge, pues, para disuadirlos, inmatricular la "Alhambra" como "Palacio de Carlos V", que no hay quien lo reclame ni lo quiera. Fórmula a la que, para no perder la Mezquita, ha recurrido Córdoba la Católica.

* Catedrático emérito de Medicina. UCO