De siempre se ha dicho que los trapos sucios se lavan en casa. Las mayores discrepancias han quedado encerradas entre los muros de un hogar, de un despacho de empresa, de un vestuario... Vivíamos tiempos en los que las apariencias cotizaban alto. Y no te enterabas de las divergencias de unos y otros, que en multitud de ocasiones pasaban desapercibidas. A veces, al cabo de los años incluso te sorprendías con una declaración de dos que reconocían cómo de posturas irreconciliables se pasaron a pelillos a la mar sin luz ni taquígrafos. Internet también ha revolucionado este espíritu de la privacidad. Ahora, los trapos sucios se lavan en las cuentas de Twitter. El último ejemplo, Pérez Reverte y Julian Assange. La decadencia de la discreción.