Los independentistas secesionistas catalanes ya no son una piña. Los de Junqueras comienzan a atisbar, aunque tímidamente, que la justicia y el Estado de Derecho son una cosa y el éxtasis secesionista es otra que no sólo no te proporciona la realidad ensoñada, sino que te mete en la cárcel. Y por otro lado están los del invictus Puigdemont, que como no ha pisado la cárcel y anda por tierras de Bruselas representando su papel de exiliado político piensan que todo es posible. Aunque esto último también lo piensa el propio Puigdemont. Tanto ha pensado el hombre que hasta él mismo se cree que puede ser presidente de la Generalidad por holograma al estilo de la Guerra de las Galaxias y una vez investido virtualmente capaz es de presentarse en el trullo y decirle al forzado de Oriol aquello de Darth Vader de «yo soy tu padre». Y no es extraño pues un personaje que se considera un exiliado político en una democracia como la española donde funciona el Estado de Derecho como un reloj suizo está fuera de la realidad. Por ello no hemos de extrañarnos que quiera pertenecer a esa realidad virtual que él y los suyos se han montado. Aunque los de Oriol Junqueras parece que ahora quieren ponerse las gafas de los letrados del Parlament que son los que deben definir si una eventual investidura de Puigdemont a distancia, por vía telemática, se ajusta al reglamento de la Cámara. Dicho de otra manera, no les queda otra que volver a la realidad de la ley. Pero hay otras realidades en Cataluña que se siguen sintiendo amenazas por la sombra del secesionismo como son la social y económica. Aunque esto no parece preocuparle demasiado a Puignodoyuna. O sí. La sombra del delito lo quieran ver unos y otros o no, se cierne sobre todos los que se saltaron la ley, y sobre los que han escarmentado en pellejo ajeno. No cabe un presidente o presidenta de la Generalidad que éste dentro de esa sombra.

* Mediador y coach