Soy profesor de Secundaria interino. Es preciso centrarse en el problema del envejecimiento de la plantilla. Para ser profesor de Secundaria se requiere una licenciatura. Actualmente se debe cursar en posgrado durante un año entero el Máster de Enseñanza Secundaria, que sustituye al antiguo CAP, de tres meses de duración. Después hay que dedicar un año o dos para poder opositar. La edad media a la que una persona puede acceder a este puesto de trabajo se pone en torno a los 27 años si desde primera hora se ha tenido como vocación profesional y si dicha persona obtuviera plaza en la primera convocatoria, una labor homérica teniendo en cuenta que los baremos dan más posibilidades de obtener plaza a aquellos que tienen mayor tiempo de servicio, cursos y otros méritos. Es una carrera de fondo en la que alguien se verá a sus más de 30 años sin un puesto fijo a pesar de una completa dedicación. Hasta entonces, alguien con entera vocación por la enseñanza se ve obligado a permanecer en una situación precaria, inestable, sin posibilidad de formar una familia y/o independizarse

Como desde 2008 no se han convocado oposiciones con un número digno de plazas, ello provoca el inevitable envejecimiento de la plantilla y el abandono en una tierra de nadie de una plantilla joven, fresca, dinámica, renovadora, al día en cuanto a nuevas tecnologías, que se queda a la deriva sin una oportunidad para renovar y trabajar en la enseñanza. El nuevo Gobierno supuso un agravante más: incremento de dos horas semanales a esta plantilla, subida del ratio de alumnos por aula, eliminación de refuerzos y restricción en cuanto a las bajas que se pueden cubrir con interinos (único medio que le queda a esta generación de pisar un centro de secundaria). Resultado: se estancan las plantillas y las bolsas.

Atendiendo a la normativa que requiere de 35 años trabajados para obtener pensión completa por jubilación, personalmente las cuentas no me salen. Muchos no llegarán, o llegarán justos. Esta generación de opositores entre 2010/2014 ha sido seleccionada por nuestros gobernantes para que baile con la más fea y para colmo, se anuncia que se negará la opción a opositar a aquellos que posean el CAP y no tengan tiempo de servicio (obligándoles a cursar el Máster). Es decir, ante la realidad de una generación perdida, lo mejor es que desaparezca del todo para evitar que tropiece con la que viene empujando detrás. Esta es la cara no visible de la enseñanza secundaria: interinos que viven maleta en mano prestando servicios aquí y allá y sufriendo las vejaciones de un sistema que abusa del hecho de que estamos repartidos, dispersos y tan ocupados por permanecer al pie del cañón que nos dificulta el organizarnos y emprender actos legales contra un mecanismo que nos anula. Enseñanza secundaria: la triste realidad.

Francisco José Esquinas

Córdoba