Un año más en Tordesillas se ha escenificado el maltrato animal elevándolo a la categoría de fiesta. Con el único argumento de la tradición, se ha celebrado el cruel espectáculo conocido como el Toro de la Vega. Ya es de sobra conocido el ritual: unos 50 o 60 "valientes" lanceros a caballo, armados de lanzas de casi tres metros (de ahí su valentía), persiguen a un toro alanceándolo hasta acabar con él. La víctima de este año se llamaba Elegido, --macabro nombre, teniendo en cuenta el destino que le esperaba--, y el "valiente" lancero que acabó con él, Alvaro Martin. Al muchacho, de 28 añitos, le dieron el rabo por su "extraordinaria faena" y fue ovacionado como un auténtico héroe. Observar cómo un animal es perseguido por decenas de jinetes a caballo armados con picas, hasta campo abierto, donde se le rodea y alancea hasta que cae muerto, es un espectáculo tan salvaje que no se puede permitir solo por el hecho de que su antigüedad se remonte a la Edad Media. Tordesillas convierte su fiesta en sadismo y crueldad, y eso no es fiesta. Hasta muchos aficionados a las corridas de toros se declaran antitaurinos ante espectáculos como este. ¡Y yo, el primero!

Carlos Luis Ruiz Alcaide

Córdoba