La próxima madrugada vuelve el cambio de hora: hay que adelantar el reloj y dormiremos menos. Esta operación rutinaria suscita siempre comentarios en los que no voy a insistir. Pero esa hora menos de tiempo sí me ha atraído. ¿Cómo definir el tiempo? «Duración de las cosas sujetas a mudanza», me responde la gran Enciclopedia Espasa. Recuerdo muy bien aquella frase de los mayores: «No malgastes tu tiempo, haz algo con él que valga la pena». Hay algunos refranes donde el tiempo está presente para advertirnos de acciones u omisiones. Por ejemplo: «Quien quiere ser mucho tiempo viejo, comiéncelo presto. Una advertencia a la juventud para que modere los excesos si no quiere abreviar su vida». Me impresiona la definición del escritor Caballero Bonald: «Somos el tiempo que nos queda. Uno es según lo que ha vivido, pero también según lo que le queda por vivir». San Agustín fue muy claro: «¿Qué es el tiempo? Si me lo preguntas lo sé, si lo quiero explicar no lo sé». Alguien dejó escrito: «Los estantes de todas las bibliotecas están repletos de máquinas del tiempo». Y ya que hablamos de bibliotecas, el tiempo va arrancando inexorablemente las hojas del libro de nuestra vida. Pero también los hay con un cierto humor muy realista. Según Dick Feynman, «el tiempo es lo que pasas cuando no pasa nada». Pero claro que pasan cosas cuando pasa el tiempo. La «memoria involuntaria» como la llamó Proust, evocadora de momentos inolvidables o de un tiempo ya perdido. Esa memoria me recuerda aquel aroma, previo a la Semana Santa, de los hornos de leña durante la cochura de la masa de magdalenas.

* Periodista