La recuperación es el relato de un viraje optimista, de una rescritura de la realidad con pulso de panegírico. La recuperación es un autorretrato que quiere aglutinar a millones de rostros, pero que sólo encuadra las facciones acuosas de Rajoy, diluidas en un gesto sin forma, sin contenido exacto y sin discurso que elevar a la altura de una fotografía de lo que ocurre. Como toda fábula con su voltaje de simulación, la recuperación puede tener tantas interpretaciones como lecturas, perfiles y asonancias, pero habría que preguntarse también qué hemos perdido, qué derechos sociales se han quedado atrás, dispersados en la cortina entreabierta del bienestar común. Es difícil establecer un diálogo sobre la recuperación cuando sabemos que toda una generación de jóvenes españoles ha tenido que emigrar fuera de su país, mientras que los que aún aguantan la fiebre de la patria ganan sueldos que están en el umbral de la pobreza. Algunos empresarios están tratando ya de convencer a sus empleados de las ventajas que tiene, frente a no trabajar, trabajar gratis --así mantienes la forma y la presencia, si te conviene más que a mí--, y esto también es la recuperación: el mercado laboral como un erial de derechos, una especie de cheque en blanco en manos del patrón, como se decía en esas viejas canciones de los años sesenta que ahora vuelven a sonar, y cada vez más fuertes, en las voces de los cantautores que llenan los locales nocturnos en Madrid.

Una de las ventajas que tendrá esa generación, y no es menor, es poder elaborar una reescritura de la realidad con la distancia que otorga vivir fuera. El alejamiento geográfico ya no trae aparejado un abismo con la información, que llega rauda, al instante, a Córdoba y a cualquier rincón. En España el presidente Rajoy habla de recuperación --aquellos "brotes verdes" de Zapatero-- como antes de la Marca España, que es algo que se conoce, fundamentalmente, en España, pero no fuera de ella, que sería lo indicado. Lejos, cuando sale el tema de España, por lo primero que te preguntan es por la corrupción. Hasta el fracaso del Mundial, la gente te preguntaba por la selección española, por Casillas y Xavi, y también por Nadal. Esto era la referencia. Ahora, te preguntan si Messi o si Cristiano, pero sobre todo te preguntan cómo ha sido posible que en España se gestara este engendro de comisiones varias, de procedimientos delictivos, de blanqueo de dinero, de capitales B, de infantas en el banquillo de los acusados y partidos enteros puestos en tela de juicio por su financiación. Sólo en los últimos meses, además de preguntarte por la corrupción, si estás por ejemplo en un Cervantes, los alumnos de español que están al tanto de nuestra actualidad te preguntan también por lo que está ocurriendo con Podemos. Esta es, hoy, por tanto, pasado ya nuestro esplendor deportivo, la Marca España en el mundo: la corrupción y Podemos.

Por eso Rajoy ha pasado por encima de la corrupción en su recuento --y nunca mejor dicho-- del 2014, y ha vuelto a referirse a la nueva formación política, augurando un futuro de oscuridad y tinieblas si no gobierna España uno de los dos grandes partidos. Empeñado en ayudar a la formación de Pablo Iglesias, Mariano Rajoy anuncia que se volverá a presentar como candidato a la presidencia del Gobierno, siguiendo en esa línea que tanto se detecta en Hernando y otros, que se esfuerzan cada día en hacerle la publicidad a Podemos, en lugar de mirar al ciudadano y tratar de entender por qué la gente se ha girado a escuchar al primero que pasa con un cierto discurso articulado, más allá de los cuatro lugares comunes de inspiración partidista. En Córdoba, el alcalde cierra el año valorando que la corporación local ha trabajado "con honradez y honestidad", que es como valorar en tu asesor fiscal no que te ayude a administrar mejor tu patrimonio, sino que no te robe. En España, en 2014, para mucha gente, un buen gestor es un gestor honrado, no alguien que ponga en marcha una idea de ciudad, lo que sucede poco. Necesitamos políticos honrados, claro que sí, pero también formados, con ideas y proyectos que sacar adelante. ¿Qué hemos recuperado? Probablemente, nada. Pero ahora, al menos, estamos más activos, somos más ciudadanos que hace un año y sabemos que el pulso de los días puede ser un relato que escribamos nosotros.

* Escritor