En el paredón colindante con uno de los muchos paisajes de ensueño de la ciudad en que mora el cronista, asentó sus reales mañaneros a lo largo de no pocos años un clown de la más limpia y blasonada estirpe. Ataviado al modo clásico del viejo circo, en su desgastada fisonomía destacaba una sonrisa cansina y unos ojos, paradójicamente, centelleantes. Sobrio y con escasas ganas de charla, a fin, sin duda, de cuidar de sus ya muy precarias energías, cumplió admirablemente con su ministerio desgranando las notas de su erosionado pero no obstante juguetón violín. En las inclementes mañanas de una urbe sureña de clima a menudo continental y en los mediodía urentes del inacabable verano ante unos transeúntes pertenecientes casi por igual a rentistas del capital agrario más acendrado del país y de niños y mozas de los colegios en redor, el anciano payaso solo descansaba de su titánica labor al proveer de tasados alimentos al perrito guardián de sus contadas pertenencias y custodio de su equilibrio psíquico, a juzgar por la incomparable delicadeza con la que atendía sus reclamaciones alimenticias y posturales. A la salida de clases en que los muchachos y chicas de las escuelas paredañas aprendían, entre otras cosas de gran interés, lecciones de zoofilia, encontraban en el comportamiento del desmedrado clown el ejemplo más acabado de las enseñanzas de sus diligentes profesores.

Ha ya un tiempo en que el articulista no vislumbra su atrayente figura desde las ventanas del lento autobús que, en la plenitud del día, le devuelve a su hogar; y, de otra parte, no ha tenido ocasión de intercambiar noticias al respecto con el gran médico humanista protector dadivoso y atencionado del entrañable personaje. Teme, pues, el cronista que los postrero días del 2015 hayan sido también los últimos del viejo payaso. Si, por desgracia, así ha sido, el sentimiento de pesar de sus conocedores será hondo. En tiempos de devastadoras crisis económicas, de pendularismos sociales, de desnortamiento general de quehaceres y afectos, su violín pro pane lucrando, a la vez que con intelecto d'amore , reproducía canciones y melodías que estimulaban a sus oyentes a no cejar en las convicciones y deberes en los que fueron educados por unos padres y maestros, paradigmas vivos de entrega y devoción hacia el patrimonio moral allegado secularmente por los centenares de generaciones que conformaron hasta los umbrales del siglo XXI la historia de España.

*Catedrático