Cada vez que dicen patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar", cantaba Carlos Cano en Tango de las madres locas , pero vale para cualquier patriota que como tal se invista y lo predique y, a la postre, resulte un traidor a su pueblo. Como el caganet del belén tradicional, ha quedado con el culo al aire el más patriota de todos los catalanes que han sido y serán, el honorable president Pujol, inventor de aquella maledicencia del "España nos roba", que habría vendido hasta las hoces del Segadors (himno de Cataluña, que cantaba llevándose la mano al pecho, o tal vez a la cartera) para poner los cuartos en Suiza y así no pagar impuestos. Todo un ejemplo de la miserable condición humana y la hipocresía de un gobernante principal. Escribía Raúl del Pozo que "el verdadero patriota es el que está listo para defender a su país de su gobierno", pero somos tan pocos los patriotas en este país que aquí y allá van triunfando estos falsos salvapatrias que saquean el Estado en beneficio propio, que luego lo niegan cuando se les descubre, caso de este liliputiense de la política catalana y, finalmente, cantan la gallina según su conveniencia y porque no le queda más remedio. La política en nuestro país se ha convertido en una manera de gestionar los recursos públicos en beneficio propio y de sus allegados: la familia. Una maniobra disfrazada con banderas, tradiciones y golpes de pecho ante el santo patrón, ya sea Santiago o la Virgen de Monserrat. La patria sigue siendo el refugio de los canallas. Que asco de todo. Y aún se extrañan del auge de Podemos.

* Periodista