Dentro del programa de actos organizados por la Agrupación de Hermandades y Cofradías, hoy corresponde la Exaltación de san Álvaro, su patrón, en el santuario de Santo Domingo de Scala Coeli. En el pórtico de la Cuaresma, las hermandades le rinden visita, contemplan su vida y piden su protección. Y un servidor de ustedes ha tenido el honor, en nombre y en representación de la Agrupación, de pronunciar dicha Exaltación, iniciativa que surgió en los años 80, promovida por el entonces presidente Manuel Laguna y su junta directiva, con la estrecha colaboración de los padres dominicos. Siete miradas, evocando los siete sacramentos, a través de los cuales Dios nos da su gracia, han enmarcado mis palabras: primera mirada, al convento de Scala coeli, enclavado en el corazón de Sierra Morena, fundado por san Álvaro en 1423; segunda mirada, a los padres dominicos, que acaba de vivir gozosos los 800 años de su fundación, cuyos miembros han ofrecido en todo momento a los cordobeses: la predicación, la contemplación, el estudio y la compasión por los hermanos más necesitados; tercera mirada, a la hermandad de Santísimo Cristo y san Álvaro de Córdoba, que infunde a este santuario el calor cofradiero y el color romero: «La romería en caravana, / muy de mañana para rezar...»; cuarta mirada, a la Agrupación de hermandades y cofradías, que representa a las hermandades ante la Iglesia diocesana, sirve de vÍnculo de unión y en escudo de protección; quinta mirada, al mundo de hoy, a la sociedad de nuestro tiempo, traspasada por ese mal radical que consiste en el deseo de ser dueños de todo, de dirigir nuestra vida y la vida de la sociedad a nuestro gusto, sin contar con Dios; sexta mirada, a san Álvaro de Córdoba, Maestro por la Universidad de Salamanca, eminente teólogo, famoso y ardiente predicador, ardiente peregrino a los Santos Lugares, desde donde trae grabada en su alma, la topografía de Jerusalén, que le serviría para construir después, en la serranía cordobesa, el primer Vía Crucis de Europa; séptima mirada, al Santísimo Cristo y al Vía Crucis, que Álvaro levantó en los alrededores de su convento, y que continúa brillando a lo largo de los siglos como una antorcha de luz, que ilumina entrañas y corazones, como un potente altavoz para proclamar al mundo la fe desnuda y radical, azotada por los terribles vendavales de las nuevas increencias. La vida moderna, rota en mil pedazos, es como un rompecabezas al que Cristo puede dar sentido. Como bien escribiera León Felipe, en uno de sus poemas: «Para cada uno / tiene un camino virgen, Dios». Agradezco a la Agrupación de Hermandades y Cofradías, el haberles «representado y haber sido su portavoz», exaltando a su patrono, Álvaro de Córdoba, durante su visita al santuario de santo Domingo, en vísperas de la Cuaresma 2017.

* Sacerdote y periodista